El mensaje de Yalitza

Reflexión en torno a Yalitza Aparicio y a su gran actuación en la película Roma; donde interpreta a una mujer dedicada al servicio.

Mucho se ha escrito sobre la multipremiada y multinominada Roma y, dentro de ese universo, de Yalitza Aparicio, la chica oaxaqueña que pasó de estudiar para maestra de preescolar a ser candidata al Óscar. La calidad de la película es incuestionable, el retrato de la sociedad mexicana del momento simplemente magistral. Las ideas de fondo, interesantes y “políticamente correctas”, pues abordan el paralelismo en la vida de dos mujeres, a pesar de su diferente clase social, otorgándole un protagonismo novedoso a una mujer de raza indígena que no es artista profesional, sino, por decirlo de algún modo, una mujer auténtica del pueblo.

Pero, dentro de la gran gama de comentarios, poco se ha resaltado la figura de “Cleo” (Yalitza Aparicio) como empleada doméstica. Tampoco, pienso, se le ha sacado el suficiente jugo al hecho de que se trata del retrato de una vida normal, dedicada al servicio, y de cómo la película vuelve artística y, por eso mismo bella, la vida corriente. La vida normal, ordinaria, vista con el lente adecuado, como en Roma ha sido el de Alfonso Cuarón, se transfigura, convirtiéndose en algo maravilloso en su sencillez.

La intención del filme no es moralizante, pero sí busca retratar las virtudes y los vicios de una sociedad, como son la injusticia o el afán de superación. La vida real se entreteje con la ficción, pues al no ser profesionales los actores y al llevarlos a la cúspide del cine, plasma el sueño –convirtiéndolo en real– de mucha gente corriente, mostrando cómo puede trascender y alcanzar la fama en un abrir y cerrar de ojos. Cuarón sacó a un conjunto de personas ordinarias y las llevó al estrellato, mostrando de una parte como las estrellas son, al fin y al cabo, personas normales como nosotros, y como la gente normal puede, si se le da la oportunidad, llegar a la cima. El filme es entonces metáfora de la vida real y plasma los sueños inconfesados y colectivos de la gente normal.

Pero, quizá sin apercibirse de ello, mientras ventanea críticamente las diferencias sociales, raciales y culturales de México, muestra también, el lado amable del servicio. En el filme queda claro, sobre todo con la conmovedora secuencia de la playa, cómo Cleo, a pesar de ser de una cultura diferente, de otro nivel socioeconómico y tener una profesión de servicio, en realidad es parte de la familia. Es más, el hueco que el padre deja en el hogar abandonado, de alguna forma es llenado por la silenciosa pero eficaz presencia de una sencilla mujer, empleada del hogar. Roma se convierte así en una especie de poema épico de las “empleadas del hogar”, mostrando la belleza y la grandeza, al mismo tiempo, de esta digna vocación de servicio. Cuarón se convierte, tal vez sin quererlo, en trovador de las empleadas del hogar. En efecto, su trabajo va mucho más allá de un contrato, pues pueden terminar, como Cleo, haciendo familia, reconstruyéndola, o paliando sus carencias.

Roma nos muestra así, con un prisma nuevo, la hermosa vocación de las empleadas del hogar, la grandeza insospechada del servicio y la belleza de la vida normal, corriente. De hecho, las secuencias inicial y final de la película expresan la normalidad, el trabajo, el hecho de que la vida sigue. No se trata del final de una historia, sino de una vida que, se entiende, continúa normalmente, con sus problemas, dificultades y sencillas alegrías. Nos ayuda a redescubrir entonces, cómo nuestra vida, sin necesidad de saltar a la fama y al estrellato como los actores de Cuarón, puede transfigurarse en su normalidad y convertirse en algo bello.

Roma ha conseguido plasmar cinematográficamente la maravillosa posibilidad que todos tenemos de “hacer endecasílabos de la prosa ordinaria” en expresión de san Josemaría. No todos tenemos, en cambio, la posibilidad de saltar a la fama como Yalitza Aparicio. Pero, a todos aquellos que no tienen un natural envidioso, les dará alegría ver como ella, cual Cenicienta contemporánea, saltó al estrellato y a la fama, desde la plataforma de una profesión de servicio –maestra en este caso– en un pueblo perdido del sur de México. ¡Mucha suerte Yalitza y gracias por enseñarnos cómo cualquier mujer normal y corriente puede ser una estrella!

Te puede interesar: Reinventar el 14 de febrero

@yoinfluyo

redaccion@yoinfluyo.com

* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

 

Artículos Relacionados