A poco tiempo de haber tenido la visita de Su Santidad Francisco a tierras mexicanas, nos vienen muchos recuerdos; sin embargo, fue evidente el papel tan importante que tuvo Santa María de Guadalupe en este viaje.
Desde que Su Santidad recibió a los obispos mexicanos en su visita “ad limina”, al momento de despedirse de un grupo de ellos les dijo que cuidaran los dos tesoros que tiene México: sus mártires y la Virgen de Guadalupe. Evidentemente, el Papa Francisco conoce lo importante que ha sido la Virgen de Guadalupe en la evangelización y en la formación de la nacionalidad mexicana.
Llama la atención que en el primer acto protocolario donde el Presidente de la República recibe al Papa y después de presentarle a un México con muchos problemas, le habla de algunas características de este pueblo católico mencionando: “En las calles, en los estadios y plazas que visitará, se encontrará con un pueblo generoso y hospitalario; con un pueblo orgullosamente guadalupano”. Es evidente, a pesar de cargas ideológicas y de compromisos de grupos políticos, primero, que el pueblo de México es un pueblo católico; segundo, que es Guadalupano y que tiene características cristianas de generosidad, alegría, trabajo, esfuerzo y que ha pasado por momentos de mucho sufrimiento, por diferentes razones incluso la persecución.
En esos primeros momentos de la visita del Papa, en Palacio Nacional se dieron cita los integrantes del gabinete del gobierno, legisladores, los principales dirigentes de partidos políticos, algunos miembros de la jerarquía eclesiástica, y se puede apreciar en una zona de gradas a muchas personas, que por estar ahí son privilegiadas, muy probablemente familiares de esos funcionarios públicos y personajes de la vida política del país. Llama la atención que en medio de ese público donde abundan masones, algunos de ellos jacobinos, laicistas que no buscan solamente un Estado laico, sino que se esfuerzan por desterrar la religión de este suelo, en esos momentos, al aparecer la figura de Francisco, se escuchan gritos de: ¡Viva el Papa! y muchas otras voces que contestan con un ¡Viva! No se puede ocultar el sol con un dedo. ¿Cómo se puede gobernar a un pueblo católico desconociendo su Fe y actuando contra su religión, incluso de su familia? Es un buen tema de análisis psicológico el estudiar esos funcionarios antirreligiosos que gobiernan a un pueblo profundamente religioso y que incluso tienen una familia tan religiosa que vitorea al Papa.
Al tomar la palabra el Papa Francisco, también hizo un recorrido para la situación de México de manera resumida, y ya en las primeras líneas menciona su intención: viene ”como misionero de misericordia y paz, pero también como hijo que quiere rendir homenaje a su madre, la Virgen de Guadalupe, y dejarse mirar por ella”.
El Papa desde antes de su viaje menciona varias veces que vendrá no tanto como un jefe de Estado, sino como un líder espiritual que quiere ser misionero, particularmente de misericordia y de paz; pero también como un simple cristiano mortal que se reconoce hijo de Santa María de Guadalupe y que al venir a la tierra donde se manifestó, el quiere, no sólo verla y orarle y pedirle, sino que también quiere ser visto por ella, reconociendo una acción constante de ella en la conciencia de cada persona y en la conciencia colectiva de la sociedad. Reconociendo esta acción permanente de Santa María de Guadalupe en la conciencia personal y colectiva, es que varias veces dice el Papa que México no se entiende sin la Virgen de Guadalupe.
En ese primer discurso, el Papa aprovecha para señalar algunos principios de la Doctrina Social de la Iglesia, que se basan en un profundo conocimiento del hombre, como son la dignidad humana y el Bien común, la solidaridad y la subsidiariedad: “Un futuro esperanzador se forja en un presente de hombres y mujeres justos, honestos, capaces de empeñarse en el Bien común, este «Bien común» que en este siglo XXI no goza de buen mercado”.
“El pueblo mexicano afianza su esperanza en la identidad que ha sido forjada en duros y difíciles momentos de su historia por grandes testimonios de ciudadanos que han comprendido que, para poder superar las situaciones nacidas de la cerrazón del individualismo, era necesario el acuerdo de las Instituciones políticas, sociales y de mercado, y de todos los hombres y mujeres que se comprometen en la búsqueda del Bien común y en la promoción de la dignidad de la persona. Una cultura ancestral y un capital humano esperanzador, como el vuestro, tienen que ser la fuente de estímulo para que encontremos nuevas formas de diálogo, de negociación, de puentes capaces de guiarnos por la senda del compromiso solidario”.
El que tenga oídos que oiga. Este mensaje dirigido al pueblo de México, un pueblo de una cultura y tradición cristiana, y aunque no lo fuera así, un pueblo con anhelos de justicia y de paz, debe buscar tener condiciones sociales que le permitan tener una vida plenamente humana; y para esto los dirigentes sociales juegan un papel muy importante, reconociendo los derechos inherentes al ser humano; y estando con los dirigentes sociales se los dice claramente: “A los dirigentes de la vida social, cultural y política les corresponde de modo especial trabajar para ofrecer a todos los ciudadanos la oportunidad de ser dignos actores de su propio destino, en su familia y en todos los círculos en los que se desarrolla la sociabilidad humana…”
Por último, menciona el objetivo de una sociedad cristiana: “la civilización del amor”, o como nuestro pueblo lo ha expresado desde principios del siglo XX: “Que Cristo Reine”; y se despide reconociendo de nuevo la importancia de Nuestra Señora de Guadalupe: “Y me pongo bajo la mirada de María, la Virgen de Guadalupe, pido que me mire, para que, por su intercesión, el Padre misericordioso nos conceda que estas jornadas y el futuro de esta tierra sean una oportunidad de encuentro, de comunión y de paz”.
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