1) Para saber
Ahora que muchos han aprovechado este tiempo para recibir algunas clases de modo virtual, el papa Francisco nos invita a aprender a través de una cámara accesible a todos, incluso sin ningún medio electrónico. La cátedra era el asiento desde el que se enseñaba. Y la cátedra que nos propone el papa es la Cruz. Si sabemos contemplarla, descubriremos cosas muy valiosas que nos ayudarán a orientar nuestra vida. Una enseñanza que resalta es reconocer el inmenso amor de Dios por nosotros. Por ello, nunca podremos sentirnos solos, abandonados o desesperados: somos amados por Dios.
En su oración pública, el papa nos recordaba el pasaje en que los apóstoles, en la barca, temieron hundirse y acudieron a Jesús que dormía. Nuestro Señor les pregunta por qué tienen miedo o ¿es que ya no tienen fe? Cada día hemos de saber responder a Dios, y ahora, con una respuesta de fe. Pero no sólo creyendo que Dios existe, sino además una fe que nos lleva a confiar absolutamente en Él.
2) Para pensar
A veces pareciera que sería más fácil creer en Dios si experimentáramos su poder infinito. Pero nos quedaría un conocimiento de Dios incompleto, faltándole algo esencial: su Amor.
Un personaje supo descubrir el rostro de Dios, no en su poder, sino en su gran amor. Fue un militar romano no creyente que la tradición nos dice que se llamaba Longinos. En la Crucifixión, una vez muerto Jesús en la Cruz, este centurión, para cerciorarse de su muerte, con su lanza, perforó el costado de Jesús, del cual salieron sangre y agua.
Longinos no era judío sino pagano; había visto a Jesús sufrir en la Cruz, y lo había escuchado perdonar a todos. Sintió de cerca su amor sin medida, y confesó: “Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios” (Mc 15,39). Mientras otros se burlaban de Jesús, Longinos cree en Jesús, y aunque lo ve desfigurado por los tormentos, sabe reconocer a Dios mismo, porque capta su Amor. No vio el poder físico, espectacular, sino el poder del Amor. Dios es omnipotente en el amor. Él es el Amor.
3) Para vivir
Para este tiempo, el papa Francisco nos aconseja, que como no se puede ir al templo, “tomemos dos cosas en la mano: el crucifijo y el Evangelio”. Por una parte, la Cruz es la cátedra de Dios: “nos hará bien mirar al Crucificado en silencio y conocer más a Jesús: no acusa, perdona todo, ora por todos, nos libera”. Y luego abramos el Evangelio. Así descubriremos cómo el amor de Dios logró cambiar nuestro miedo en confianza, nuestra angustia en esperanza. La Resurrección de Jesús nos dice que la última palabra no es la muerte, sino la vida.
La Pascua nos dice que Dios puede convertir todo en bien. Y esta no es una ilusión, porque la muerte y resurrección de Jesús no son una ilusión: ¡fue una verdad! Por eso en la mañana de Pascua se nos dice: “¡No tengáis miedo!” (cf. Mt 28,5). Aunque el mal no desaparezca, con Jesús Resucitado jamás naufragaremos.
El santo padre exhortó a que la alegre noticia: “¡Cristo, mi esperanza, ha resucitado!” anime especialmente a aquellos que se enfrentan a mayores sufrimientos y dificultades. Acudamos a la Virgen María para que nos ayude a creer firmemente y así reorientar nuestras vidas hacia Jesús.
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