El puente de la Misericordia

El Papa Francisco proclamó un “Jubileo extraordinario de la Misericordia” para la Iglesia Católica, el cual comenzará el próximo 8 de diciembre, fecha en la que se cumplen 50 años de la conclusión del Concilio Vaticano II.

En la bula Misericordiae Vultus con la que convoca al jubileo, casi al terminar y como de pasada, señala una idea interesante y que goza de palpitante actualidad: la misericordia de Dios es reconocida como uno de sus atributos fundamentales por las tres grandes religiones monoteístas: judaísmo, cristianismo e islam, pudiendo por ello desempeñar un importante punto de encuentro respecto a la forma de entender a Dios, y en consecuencia, de ordenar la propia vida e interactuar mutuamente.

Dice textualmente Francisco: “La misericordia posee un valor que sobrepasa los confines de la Iglesia. Ella nos relaciona con el judaísmo y el Islam, que la consideran uno de los atributos más calificativos de Dios. Israel primero que todo recibió esta revelación, que permanece en la historia como el comienzo de una riqueza inconmensurable que ofrecer a la entera humanidad… El Islam, por su parte, entre los nombres que le atribuye al Creador está el de Misericordioso y Clemente. Esta invocación aparece con frecuencia en los labios de los fieles musulmanes, que se sienten acompañados y sostenidos por la misericordia en su cotidiana debilidad. También ellos creen que nadie puede limitar la misericordia divina porque sus puertas están siempre abiertas”.

No es poca coincidencia, visto que en palabras de Francisco, “el misterio de la fe cristiana parece encontrar su síntesis en esta palabra” (misericordia). Quizá haga falta explotar aún más esta coincidencia.

Felizmente, con el judaísmo la sintonía es cada vez mayor; el pasado lunes, por ejemplo, Francisco se reunió con la Conferencia de Rabinos Europeos, asociación que representa a cerca de 700 rabinos de Europa. De hecho preparan conjuntamente la celebración de los 50 años de la declaración Nostra Aetate a cumplirse el próximo 28 de octubre. Se trata de un documento profético del Vaticano II, en el cual la Iglesia se abre al diálogo interreligioso y cambia radicalmente de actitud con respecto al Pueblo Elegido.

Por cierto, Nostra Aetate también incluye elogiosas palabras hacia nuestros hermanos musulmanes; sin embargo, con ellos ha habido menos ocasión de celebrar. Para que exista un diálogo se requieren dos interlocutores, y hasta ahora han estado un tanto reticentes. No fue sino con Benedicto XVI con quien se comenzaron a dar tímidos pasos al respecto.

Francisco espera que “este Año Jubilar vivido en la misericordia pueda favorecer el encuentro con estas religiones y con las otras nobles tradiciones religiosas; nos haga más abiertos al diálogo para conocerlas y comprendernos mejor; elimine toda forma de cerrazón y desprecio, y aleje cualquier forma de violencia y de discriminación”.

Esperemos que así sea. Ahora más que nunca es importante unir lasos con otros grupos religiosos para hacer frente al secularismo imperante, así como para fomentar un acercamiento masivo y profundo entre nosotros, de forma que poco a poco se vayan eliminando en su raíz los gérmenes de la violencia religiosa, que por el momento parecen abundar en el Islam.

En efecto, ya hace 50 años en el documento apenas citado, el Concilio hizo un llamado, que parece no haber sido respondido satisfactoriamente hasta el momento: “La Iglesia mira también con aprecio a los musulmanes que adoran al único Dios, viviente y subsistente, misericordioso y todo poderoso, Creador del cielo y de la tierra, que habló a los hombres, a cuyos ocultos designios procuran someterse con toda el alma… Veneran a Jesús como profeta, aunque no lo reconocen como Dios; honran a María, su Madre virginal, y a veces también la invocan devotamente… aprecian la vida moral, y honran a Dios sobre todo con la oración, las limosnas y el ayuno. Si en el transcurso de los siglos surgieron no pocas desavenencias y enemistades entre cristianos y musulmanes, el Sagrado Concilio exhorta a todos a que, olvidando lo pasado, procuren y promuevan unidos la justicia social, los bienes morales, la paz y la libertad para todos los hombres”. Esperemos que la Misericordia de Dios haga realidad este piadoso anhelo.

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