En la Basílica el Papa invitó a construir Santuarios de la vida

 

 

En días pasados –como bien sabemos– nos estremecimos los católicos, no solamente ante el Papa, sino ante su mensaje. Un servidor tuvo la fortuna de estar en la Basílica de Guadalupe; y tres aspectos que considero no fueron una Homilía, más bien fue un lectio divina, porque al final el Papa nos llevó a contemplar el misterio, y recordemos que el lectio divina uno debe contemplar el misterio como buen jesuita, porque recordemos que en el camino de los ejercicios espirituales siempre Ignacio de Loyola nos lleva a la contemplación del misterio.

Y partió precisamente de un hecho histórico, el hecho Guadalupano, evocando el Capítulo primero versículos 39 y siguientes, que fue la visitación del Evangelio de Lucas. Y recuerdo que el Papa nos dijo: María no se sintió privilegiada porque le haya hablado el Arcano divino, y cuántos de nosotros como clérigos y como laicos a veces nos sentimos privilegiados, queremos el aplauso, queremos ocupar los primeros lugares; y eso no debe de ser, si María no se siente privilegiada, inmediatamente con prontitud va a servir a su prima Isabel allá en Judea.

¿Cuál tendría que ser pues nuestra respuesta ante esta inmediatez en la prontitud al llamado? En el puesto en el que estemos, como directores, como estudiantes, como carentes, como maestros, como clérigos, seamos los primeros en servir y no servirnos del puesto. Pero también recuerdo lo contrario: decía el Papa que a través de expresiones en náhuatl, el indígena Juan Diego no se sentía digno de ser emisario. Ese sería el otro extremo.

Cuántos de nosotros ya no tenemos ilusiones, nos sentimos tristes, abocados, fuera de sí; decimos que no valemos nada, no tenemos autoestima. Eso no tiene que ser, porque todos, absolutamente todos, somos hijos de Dios, no solamente a través del bautismo, sino a través de las semillas del Verbo, como lo dice el Vaticano Segundo, que Dios ha inundado el mundo. Pero también decía en un tercer momento el Papa algo bellísimo: “El Santuario de Dios es el Santuario de la Vida, y el Santuario de la Vida tiene que ser respetado”.

Y como Padre nuestro, clamó y dijo: “Cuántas personas son secuestradas, asesinadas, desaparecidas y no se respeta el mejor Santuario, que es el Santuario de la Vida”. De ahí que la exhortación final del Papa era al igual que la Santísima Virgen María que anunció presurosa la palabra de Dios y que la anunció en México aquel 12 de diciembre, martes del año 1531.

Dice el Papa: “Tú sé constructor de la vida, construye santuarios en tu familia, en tu vecindario, en tu parroquia y ve a practicar las obras de Misericordia, visita a un enfermo, visita a un preso, consuela al que está triste, enseña al que no sabe, corrige al que está equivocado”. Eso es construir los modernos santuarios y precisamente el Papa responde, porque él fue presidente relator de Aparecida, y en Aparecida siempre nos señala: “Ir a las periferias y salir de una Iglesia de conservación a una Iglesia de expansión, construir Santuarios es salir de la inmediatez de nuestras parroquias y templos, ir a buscar a aquellas ovejas perdidas que tanto necesitan de nosotros”.

El Señor nos bendiga absolutamente a todos.

 

 

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