Los actos de terror en París sorprendieron al mundo occidental, causaron estupor, enojo e indignación. Sin embargo, en otros lares, lo común ha sido empatar el justo dolor de los franceses con la vida en Medio Oriente y Nigeria. El contraste llama a reflexión.
1.- Las acciones del Estado Islámico no son nuevas, aunque ahora hayan golpeado a los franceses. Testimonios de misioneros, cristianos perseguidos y refugiados musulmanes hablan de situaciones similares en Medio Oriente; pero sufridas de manera cotidiana, lo que no las hace menos brutales.
2.- Esta situación la conocían muy bien los gobernantes de Francia, Estados Unidos e Inglaterra, con intereses bien plantados en el área. No se comprende por qué ahora se llaman a sorpresa. El Papa Francisco ha denunciado en diversas ocasiones así la violencia del Estado Isámico, como el silencio cómplice de los líderes occidentales. Su hipocresía ha cobrado la factura en sus ciudadanos. Son responsables ante sus pueblos y la humanidad de sus pecados de omisión.
3.- Quienes han planeado, ordenado y ejecutado las masacres en Irak, Siria, Líbano, Nigeria, París, etc., no están enfermos, ni son irracionales. Su precisión habla de una muy sofisticada organización de guerra que un loco sería incapaz de atender. Sucede que su razón se ha encerrado en sí misma. Por lo mismo, suplen la compleja realidad con unas cuantas y simplistas ideas, haciendo irrelevante la dignidad de cualquier humano que no sea idéntico a ellos. A esta razón autorreferencial, sin sentido de humanidad, se le llama “ideología”. Esas personas son malvadas; pero no son dementes.
4.- Las religiones no tienen el monopolio de la ideologización como algunos, de manera oportunista, pretenden. El laicismo pedestre que proclaman políticos e intelectuales occidentales se ha mostrado incapaz de dialogar en distintos lados del mundo con quienes piensan diferente, en especial si son gente religiosa. Esto, en parte, explica sus absurdas guerras y constante violencia. Ratzinger, nuestro abuelo sabio como le llama Francisco, bien lo dijo aunque le valiera el escarnio de esos mismos políticos e intelectuales.
Cuando la fe y la razón pierden su natural amistad se extravían al grado de justificar conductas inhumanas. Hitler y Stalin, los bombardeos nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki, así como el Estado Islámico, muestran el mismo divorcio entre fe y razón. Nadie es inmune.
5.- Entonces, ¿cómo responder sin entrar al círculo de la violencia? No creo que haya una respuesta; pero si un camino cierto. Los cristianos proponemos el misterio de la Cruz. Las llagas de Cristo son solidarias con el dolor de tantas víctimas. Ellas abrieron cinco maravillosas puertas a nuestra razón para salir de su encierro y romper las cadenas de la ilusión con que le aprisionan las ideologías. Al cruzar estas puertas, contemplamos una humanidad sufriente que clama por misericordia. El sufrimiento de los inocentes es una puerta abierta para descubrir en cada prójimo a un hermano. Esta es una verdad accesible a la razón incluso prescindiendo de la revelación. La Cruz no miente.
Hace poco, Francisco llamó a celebrar el año de la misericordia a partir del 8 de diciembre, fiesta mayor dedicada a esa sencilla mujer de Nazaret quien, al dar un sí incondicional a Dios, le entregó una oportunidad a la humanidad. Es buen momento para escuchar el “Ave Verum Corpus”, alabanza a Cristo crucificado y sacramentado musicalizada por Mozart. Entonces, tal vez, empezaremos a entender.
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