Muchas personas creen que tatuarse es pecado o va en contra de la Iglesia Católica, pero ¿realmente es así?
En el Antiguo Testamento hay una prohibición de hacerse tatuajes (Levítico 19, 28: “No se harán incisiones en la carne a causa de los muertos, ni tampoco se harán tatuajes. Yo soy el Señor”). Pero, personalmente, pienso que es parte del conjunto de preceptos bíblicos que tienen más bien un carácter provisional, como el no comer carne de cerdo, permitir el divorcio o lapidar a los adúlteros.
El Catecismo de la Iglesia Católica no lo condena, pues no aparece ni en la parte que habla del respeto a la salud, ni en la que trata del respeto a la integridad corporal, ambas como concreción del quinto mandamiento (“No matarás”). Al respecto, únicamente afirma: “La moral exige el respeto de la vida corporal, pero no hace de ella un valor absoluto. Se opone a una concepción neopagana que tiende a promover el culto del cuerpo, a sacrificar todo a él, a idolatrar la perfección física y el éxito deportivo. Semejante concepción, por la selección que opera entre los fuertes y los débiles, puede conducir a la perversión de las relaciones humanas” (n. 2289).
Existe un principio moral, de raíz religiosa, que nos lleva a respetar el propio cuerpo, como miembro de Cristo y templo del Espíritu Santo. Prohíbe mutilarnos, causarnos daños innecesarios, o despreciar al cuerpo, en el más puro estilo dualista maniqueo (el cuerpo sería malo, mientras que el alma buena; lo corporal malo, lo espiritual bueno). Ese principio nos lleva a evitar los abusos en lo que alcohol, drogas o tabaco se refiere.
Ni idolatrar al cuerpo ni despreciarlo; por el contrario, debemos valorarlo y buscar presentarlo de forma acorde con su valor y dignidad. El exhibicionismo, la desnudez impúdica (no la artística) y la pornografía van contra esta dignidad. Por el contrario, la elegancia y buena presentación van conforme al valor del cuerpo y su dignidad; se configuran también como una forma de respeto y caridad con los demás. Estar presentables, y en la medida en que sea posible, atractivos, es una manera de valorarse y respetar a los demás, buscando hacer amable la convivencia.
Sin embargo, la forma que toma la buena presentación y la elegancia, o cómo se configura en concreto el hacer amable la convivencia y presentable el propio cuerpo, no es algo absoluto. En realidad, es relativa al tiempo y lugar, no siendo algo fijo ni rígido. Las modas van cambiando, así como los modos de percibir los gestos o la forma de vestir. Así, ya no usamos peluca ni sombrero, o los jeans que antes estaban mal vistos son ahora normales y un largo etcétera. No quiere decir esto, obviamente, que la moda o lo común automáticamente sean buenos, pues con frecuencia explotan el morbo humano y los bajos fondos pasionales, provocando el escándalo como una forma de llamar la atención. La tentación que tienen los diseñadores de convertir el cuerpo en objeto es grande.
La cuestión estriba entonces, me parece, en la intencionalidad con la que uno se realice el tatuaje. No pienso que necesariamente signifique desprecio del cuerpo o un rechazo del mismo, o el complejo de no ser atractivo, o el prurito de llamar la atención. Eso lo ve cada quien en su conciencia. Personalmente solo animaría a pensárselo bien, teniendo en cuenta el valor que tiene el cuerpo y el carácter definitivo del tatuaje, precisamente para que no se vuelva una cuestión de llamar la atención o de dar prioridad a la moda.
Hay tatuajes que se ven muy bien, incluso hay algunos bonitos con motivos religiosos (he estado tentado de ponerme uno de la Virgen de Guadalupe). Otros son discretos e incluso elegantes.
En fin, algunos más son exagerados o excesivos, en el sentido de cubrir amplias partes del cuerpo, otros provocativos, por ponerse en lugares que dirigen la atención a las partes voluptuosas, o por tener motivos obscenos. En esos casos no es correcto, por el motivo o su intencionalidad implícita.
En resumen, no me animaría a dar una regla general del tipo: “todo tatuaje es pecado”, ni tampoco “todo tatuaje está bien”. Depende de muchos factores, siendo muy importante la intencionalidad. Otra cosa es si lo recomiendo o no. Yo no lo recomendaría, como no recomendaría fumar, aunque no me parece que necesariamente tener un tatuaje sea malo. Hay personas a las que sí les queda bien, pero quizá un tatuaje que se ve bien a los 20, 30 o 40 no se vea tan bien a los 60, 70 u 80. Sería bueno tomarlo en cuenta a la hora de decidir ponérselo o no.
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