Desde el pasado domingo 29 de noviembre, iniciábamos en la Iglesia católica un nuevo Año Litúrgico; de hecho, la palabra “año litúrgico” lo inició el famosísimo liturgista francés Don Prosper Guéranger, a mediados del siglo XIX, y es el Papa, en la Mediator Dei, del Papa Pío XII, quien lo implementa en 1947, y se le da carta de ciudadanía en el Concilio Vaticano II, según la Sacrosanctum concilium, quien le dedica un capítulo.
¿Qué significa “Año Litúrgico”? Es la santificación, el señorío de Cristo en el tiempo y en el espacio, recordando que la palabra “Liturgia” es la acción de Cristo y de la Iglesia; el Año Litúrgico comienza con el “Tiempo de Adviento”, luego “Navidad”, “Tiempo ordinario”, “Cuaresma”, “Pascua”, y un largo “Tiempo ordinario” que concluye con la “Festividad de Jesucristo Rey del Universo”.
La palabra “adviento” está tomada del mundo romano, “adventus”, que tenía dos acepciones en la mentalidad humana” se decía que había “adventus” cuando nacía el hijo del César, y también se decía que había “adventus” cuando nacía una divinidad pagana. Muy a propósito el término, porque sabemos que el que nace en el seno de la santísima Virgen María es verdadero Dios y verdadero Hombre. Por eso, es muy a propósito esta palabra de Adviento.
El Adviento está compuesto por cuatro semanas, o más bien, cuatro domingos, porque generalmente la última semana se aprovecha un día o dos días. De ahí que una tradición novedosa para la Iglesia (porque no es tan antigua) es la Corona de Adviento, que supongo –si has ido a la Misa, o si tú estás interesado en tu casa– ya la tienes. La Corona de Adviento está formada por tres velas moradas y una vela rosa; se prenden las dos primeras y la tercera rosa, que significa la alegría de que Jesús ya va nacer. Las cuatro velas simbolizan la luz de Cristo; recuerden ustedes que Cristo dice: “Yo soy la luz del mundo”. Pero también simboliza el compromiso bautismal de todos los cristianos. Tiene follaje verde, porque el follaje verde significa la esperanza, y es circular porque el amor de Dios es eterno, es el eterno presente.
¿Cómo tenemos que vivir el Tiempo de Adviento? Y aquí recurro a una frase del maestro Juan Eckhart; él decía: “Para vivir el Tiempo de Adviento, primero tenemos que guardar silencio”, para que, a imitación de la Virgen María, como dice San Agustín, Ella recibió en su corazón primero a Jesús a través de la fe, y después lo recibió en su seno. Por eso dice el maestro Juan Eckhart: “guardemos silencio”, porque el silencio nos cuestiona. Y nos dice Juan Eckhart: “y deja que entre el Verbo en tu corazón”. ¡Qué bellísimas palabras!
Si verdaderamente queremos aprovechar este Tiempo de Adviento, por favor, que no nos gane el “Viernes Negro” (en la mentalidad estadounidense; aquí es “El Buen Fin”), que tal vez sea un engaño de muchos comerciantes. Que no nos engañe el materialismo y el hedonismo.
Vivir este Tiempo de Adviento es vivirlo en la reflexión: ¿Qué debo hacer para conseguir la vida eterna? Mis obras, mis palabras, mis pensamientos, ¿son los de Cristo?
Este tiempo especial de Adviento es un tiempo especial de Gracia, para que cada uno entre en su interior, y si Dios nos permite celebrar la Navidad, que en la Navidad Cristo renazca en nuestros corazones.
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