1) Para saber
Una de las cosas más importantes, y difíciles, que una persona puede lograr, es darse cuenta cuando tiene una actitud equivocada y que además decida cambiarla. Un suceso doloroso, algo que nos impacta, o el ejemplo edificante de una persona, puede lograrlo.
El Papa Francisco mencionaba que ese cambio de mentalidad y de corazón se da cuando uno conoce verdaderamente a Cristo. Sólo entonces se puede “rechazar la mundanidad y las estupideces del mundo”.
Será un cambio verdadero porque el Señor con su gracia nos cambia interiormente, nos cambia el corazón. Así lo había anunciado por los profetas: Te cambiaré el corazón de piedra por un corazón de carne. En vez de un corazón frío, sin amor, será un corazón misericordioso, tan lleno de amor, que no querrá ofender al Señor y se alejará del pecado.
2) Para pensar
En unas pláticas espirituales, quienes acudían compartían la historia de su conversión. Un oficial del regimiento contó que fue gracias al ejemplo de un soldado raso de su compañía:
“Ese soldado era cristiano, y eso bastaba para que todos nos burláramos de él. Una noche volvió de su puesto de centinela, cansado y mojado; pero antes de ir a su cama, se arrodilló para orar, y mientras lo hacía, yo le arrojé mis dos botas a la cabeza, pero él siguió su oración sin replicar palabra… A la mañana siguiente, cuando desperté, encontré mis botas junto a mi cama bien lustradas. Esa fue su respuesta a mi mala conducta. Este modo de responder produjo en mí una contrición terrible y en ese mismo día entregué mi corazón a Cristo y fui salvo”.
3) Para vivir
En una ocasión le preguntaron a un dirigente espiritual inglés si sabía si una persona era cristiana. La respuesta fue: “¿Cómo puedo saberlo si nunca he vivido con él?”
Ciertamente, es en la intimidad de la vida familiar donde se sabe si somos cristianos o no. Las obras han de mostrar nuestra fe. Incluso, no bastaría con saber la ley y cumplirla si lo hacemos sin amor a Dios.
El Papa Francisco decía:
“Pensemos en los doctores de la ley que perseguían a Jesús. Éstos hacían todo, todo lo que estaba prescrito por la ley, tenían el derecho en la mano, todo, todo, todo. Pero su mentalidad era una mentalidad alejada de Dios. Era una mentalidad egoísta, centrada en ellos mismos: su corazón era un corazón que condenaba, siempre condenando. La Nueva Alianza nos cambia el corazón y nos cambia la mente. Hay un cambio de mentalidad”.
La conversión del corazón no sólo lleva a ver de modo diverso las cosas, sino a obrar de acuerdo a nuestra fe. Nos ayuda a ver las cosas como realmente son, en su verdadero tamaño y valor. Así nos damos cuenta de lo pasajeras que son y que no vale la pena perder la paz y la alegría por ellas.
Por eso nos dice el Papa que nuestro cambio de actitud nos lleva a nunca pertenecer a la mundanidad, al espíritu del mundo, a las estupideces del mundo, sino sólo al Señor.
Cuando una persona con su arrepentimiento acepta la conversión, el Señor perdona y olvida. Por ello es cierto que “la Nueva Alianza nos renueva y nos hace cambiar la vida, no sólo la mentalidad y el corazón, sino la vida entera. Ésta es la recreación. Así el Señor nos recrea a todos nosotros”, concluyó el Pontífice.
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