Por eutanasia, se pueden encontrar diversas concepciones de lenguaje y por tanto de significado. Pero en general, este término aplica para el caso de que un paciente, un enfermo normalmente “terminal”, solicite a los médicos que le quiten la vida. Pero también se habla de eutanasia, como un “suicidio asistido”, pero este concepto es falso.
En una Declaración de la Congregación para la doctrina de la fe, titulada “Iura et bona”, publicada en 1980, se define lo siguiente: “Por eutanasia se entiende una acción o una omisión que, por su naturaleza, o en la intención, causa la muerte, con el fin de eliminar cualquier dolor. La eutanasia se sitúa pues en el nivel de las intenciones o de los métodos usados”. Y se puede distinguir entre eutanasia “activa”, cuando se provoca la muerte con alguna acción, como inyectar un veneno, y eutanasia “pasiva”, cuando la muerte del paciente es resultado de dejar de administrarle algo que lo mantiene vivo, una omisión intencional de quitar la vida.
En varias legislaciones nacionales, se permite que los médicos ayuden a un paciente terminal a morir, considerando que es su “derecho” a solicitar que se le quite la vida, en principio por una acción que le provoca la muerte. Se supone que ese tal derecho es el de tener una muerte “digna”. ¿Es realmente una forma digna de morir, o es un escape al dolor, al sufrimiento o a la falta de una esperanza de vida?
Hay dos casos recientes de aplicación de eutanasia en Colombia, y no se trató de enfermos terminales sino de enfermos con padecimientos que les quitaban o podían quitar calidad de vida. Uno de ellos, varón, con diversas enfermedades, pero no en estado terminal por alguna de ellas. La otra, una mujer enferma de esclerosis lateral amiotrófica, que no quería caer en los problemas que esa enfermedad le iba a causar en un futuro, con pérdida de calidad de vida. Tampoco una enferma terminal.
En estos casos, y otros semejantes, se habla de un suicidio asistido. Pero no es tal, un suicida se quita la vida por propia mano, provocando su propia muerte. Pero en los casos en que un enfermo, ya vimos que terminal o no, solicite a los médicos que lo maten, ya no es un suicidio asistido, sino una solicitud, apegada a una norma legal, de que (para no hacer eufemismos), lo maten.
Esto me recuerda el lenguaje utilizado para matar mascotas, perros y gatos, cuando dicen que los van a “dormir”. No les gusta decir matar, pero eso es. Lo mismo pasa con la eutanasia solicitada por un paciente, no le ayudan a suicidarse, lo matan. Es un homicidio amparado por leyes que no respetan la vida humana.
No se trata, conforme a las leyes aprobadas, de ayudar a un paciente a provocar su muerte, sino a pedir a los médicos que lo maten. El médico que aplica a dichos pacientes un producto que lo mate, es realmente un asesino (con todo y el “permiso” de la víctima y de la ley). Que legalmente no se le considere homicida intencional, es un recurso legal, pero moralmente es eso, un asesino. Como los médicos que matan bebés en el vientre materno, asesinan a seres humanos.
Pero pensamos también en el estado de conciencia de quien solicita a un médico que le quite la vida intencionalmente por eutanasia, por el supuesto suicidio asistido. Si es nuestro deber ante Dios cuidar la vida, ¿cómo se puede justificar el pedir a alguien que le quite la vida para no sufrir? No podemos juzgar los casos particulares, pues no podemos saber la situación psicológica del individuo que pide le provoquen la muerte, como tampoco sabemos el estado de conciencia y los últimos momentos de vida de un suicida. Pero en principio, no se puede justificar ese hecho, y eventualmente se deberá rendir cuentas al Creador de la vida, al momento de morir.
Es importante distinguir entre la eutanasia, que es la provocación de una muerte intencional, sea por medios activos o pasivos, de los casos de enfermos terminales cuya recuperación es ya imposible, y que viven por asistencia externa de medios de respiración, por ejemplo. Este es otro tema importante, y muy bien cubierto por la enseñanza de la Iglesia. Este caso es el de evitar lo que se conoce como “ensañamiento terapéutico”.
La encíclica Evangelium vitae, del Papa Juan Pablo II, del 25 de marzo de 1995, afirma explícitamente lo siguiente: “la eutanasia es una grave violación de la ley de Dios, en cuanto eliminación deliberada y moralmente inaceptable de la persona humana. Esta doctrina se fundamenta en la ley natural y en la Palabra de Dios escrita; es transmitida por la Tradición de la Iglesia y enseñada por el Magisterio ordinario y universal. Semejante práctica conlleva, según las circunstancias, la malicia propia del suicidio o del homicidio” (n. 65). Esta es la posición doctrinal de la Iglesia Católica. Podemos decir que la eutanasia, el matar a una persona por su solicitud, es un crimen inaceptable.
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