Me escribe una alumna de medicina: “Para la clase de cirugía, tenemos que sacrificar a varios conejos… Esto es algo que me conflictúa y me duele bastante porque nosotros, siendo conscientes, usamos a muchos animales que no lo son y los dormimos sin que ellos sepan que van a morir, además de que ellos no se merecen eso y, sin embargo, nacen para ser producto de la investigación y morir a causa de nuestro aprendizaje. No puedo no ir a las prácticas porque, de todos modos, esos conejos morirían con otro equipo y además yo dejaría de aprender. Me gustaría preguntarle si tiene algún consejo o alguna opinión sobre qué hacer en esta situación, o si de algún modo, estoy ofendiendo a Dios y cómo compensarlo.”
No es una pregunta sencilla, dada la sensibilidad actual hacia el valor de la vida animal, aunada a la de los centennials. El mismo papa Francisco ha alzado la voz en repetidas ocasiones para defender nuestra “casa común” y las especies que en ella viven. En la encíclica Laudato sii recuerda que “todo uso y experimentación, exige un respeto religioso de la integridad de la creación”. También afirma, citando al Catecismo: “Es contrario a la dignidad humana hacer sufrir inútilmente a los animales y sacrificar sin necesidad sus vidas”. Claramente el contexto en el que mi alumna planteaba su inquietud entra dentro de ese respeto religioso a la creación y no cae en la crueldad estéril, sino en el de un aprendizaje necesario.
En esta ocasión acerté a responder lo siguiente: “Entiendo lo que me planteas, tienes un conflicto de conciencia. Comprendo la tristeza de tener que matar a un animalito inocente. Muere a causa del conocimiento, conocimiento que necesitas para poder después tú salvar vidas humanas. Yo intentaría tranquilizarte, pues su vida no está mal empleada. No habría sido criado de no utilizarse para el aprendizaje, y si viviera en su hábitat natural, tarde o temprano sería presa de un predador, muriendo sin un sentido. Su vida tiene un sentido, una finalidad: que ustedes aprendan para poder salvar vidas humanas. Me parece que está bien empleada, y es algo análogo a lo que sucede cuando te comes un pollo o una hamburguesa, esos animales murieron para que nosotros podamos vivir. Es la ley de la naturaleza, que es un tanto cruel (el pez grande se come al chico), con la diferencia de que los humanos tenemos un valor por encima de los animales, pues tenemos dignidad, y podemos hacer un uso racional y responsable de ellos, evitando toda crueldad o sufrimiento innecesario por parte de ellos. En ese sentido, a Dios no le molesta que hagamos ese tipo de acciones para aprender, sería ofensa a Dios si lo hicieran por crueldad, porque Dios nos ha confiado el cuidado y la administración racional del mundo, animales incluidos. Y usarlos para aprender, es usarlos racionalmente, de acuerdo al plan divino. De todas formas, si fuera muy duro para ti, podrías pedir la objeción de conciencia en la facultad. Pero no te lo recomiendo, porque, como bien dices, no aprenderías y el conejito moriría igualmente”.
Las ideas de Peter Singer y su “Liberación animal” han permeado la cultura y la sociedad, configurando los sentimientos de los jóvenes. Pareciera que tenemos obligación de ser veganos, o que es una alternativa moral más elevada elegir el veganismo como forma de vida. Dicha actitud no tiene mucho sentido, ni desde una perspectiva teológica, ni desde un planteamiento biológico. En efecto, nunca mejor dicho “Liberación animal” no es la Biblia, ni la Biblia nos autoriza a depredar salvaje e irracionalmente el mundo. La Biblia nos dice que somos administradores de un maravilloso don de Dios que hay que cuidar. El Cántico de las criaturas de San Francisco expresa nuestra solidaridad con todo lo creado.
Biológicamente tampoco es un crimen. Muchos de los seres de la naturaleza se alimentan de otros. Es parte de un ciclo, forma parte de la ley biológica por excelencia, la evolutiva. La diferencia es que nosotros somos conscientes y debemos velar para que las especies no se extingan, es un deber que contraemos con el futuro de la humanidad. Al mismo tiempo, ese uso racional, puede evitar la crueldad innecesaria, que muchas veces se observa en el mundo natural; quizá ahí tenemos todavía una tarea pendiente.
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