Candor Lucis Aeternae

Francisco y Dante

El apa acaba de publicar una interesante Carta Apostólica titulada Candor Lucis Aeternae, con motivo de los setecientos años de la muerte del gran poeta Dante Alighieri. Vale la pena echarle una mirada, pues va en la línea de lo que Dostoievski afirmó: “La belleza salvará el mundo”. En el caso de Dante se trata además de una belleza que se alimenta de la fe y conduce a ella; en efecto, plasmó admirablemente la epopeya cristiana en su obra cumbre: La Divina Comedia.

La obra de Dante nos recuerda “cuanto sea falso que la conformidad de la mente y el corazón a Dios corte las alas del ingenio, mientras que en realidad lo motiva y lo eleva”. La vocación de Dante constituye un llamado a la redención del arte, que muchas veces no sólo se ha alejado de la inspiración cristiana, sino que se ha regodeado en la transgresión, en lo pervertido, en lo blasfemo. Es una llamada tanto a la “purificación” del arte –es decir, a replantear el divorcio entre arte y moral-, cuanto a los artistas cristianos, para que vuelvan a beber su inspiración en las fuentes de la revelación católica.

La voz de Dante no solo resulta importante para redescubrir la inspiración espiritual y religiosa en el mundo artístico, también constituye una “crítica profética” tan actual ahora como hace siete siglos, pues “su voz se levantó impetuosa y severa contra más de un Pontífice Romano, y que reprendió con acritud instituciones eclesiásticas y personas que fueron ministros y representantes de la Iglesia”. No dudó en colocar a más de un papa en el infierno, aunque en algún caso claramente se equivocó, condenando a San Celestino V, que después sería canonizado. Se trata de un fiel laico con una fe vibrante, que sufre por la situación de la Iglesia, con el que muchos podrían identificarse en la actualidad.

La Divina Comedia es clásica precisamente porque resulta muy actual. También ahora necesitamos salir de la “Selva Oscura de lo superfluo” para, a través de muchas pruebas, elevar nuestro espíritu a la contemplación de la eternidad. Tiene, en ese sentido, cierto carácter parenético, exhortativo, que invita a una conversión, a un cambio de vida para bien. Escribe Dante en una carta: “Hemos de afirmar brevemente que la finalidad del todo y de la parte es la misma; apartar a los mortales, mientras viven aquí abajo, del estado de miseria y llevarlos al estado de felicidad”. Nos muestra así, cómo el arte puede elevar a la persona a dar lo mejor de sí, y no simplemente exponer sus fondos más bajos, como frecuentemente se encuentra tentado el arte contemporáneo. Lo clásico siempre puede servir de referencia válida para la actualidad.

Dante le hace un inmenso favor a la teología, pues presenta bella y sencillamente, sus sutiles disquisiciones al público en general. Es particularmente hermosa su descripción de la Trinidad, y especialmente esperanzadora al mostrar cómo tiene un Rostro humano (por Jesucristo). El Dios que nos ofrece Dante tiene rostro humano y, apostilla Benedicto XVI, “un corazón humano”. El poeta florentino hace asequible al vulgo las sutilezas de la teología y la filosofía a través del arte, mostrando como la belleza puede encaminar a la verdad, siendo muchas veces su escala necesaria.

Dante también es contemporáneo, y resaltado por Francisco, debido al papel estelar que otorga a tres mujeres en su Divina Comedia: La Virgen María, su amor platónico Beatriz y Santa Lucía. Las tres interceden por Dante para que pueda realizar su arduo camino desde las profundidades del infierno a las alturas del cielo, y están constantemente presentes en la obra, recordando que el hombre no se salva solo, y que el amor es el motor más potente para caminar y seguir adelante.

Se pregunta Francisco, “¿qué puede comunicarnos a nosotros, en nuestro tiempo? ¿Tiene algo que decirnos, que ofrecernos? Su mensaje… ¿todavía nos puede interpelar” Y se responde él mismo: “también hoy quiere mostrarnos cuál es el itinerario hacia la felicidad, el camino recto para vivir plenamente nuestra humanidad, dejando atrás las selvas oscuras donde perdemos la orientación y la dignidad”. Es decir, como buen clásico cristiano, su obra nos interpela personalmente el día de hoy; vale la pena entonces desempolvarla y releerla, para presentarla de modo accesible a las jóvenes generaciones.

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