Al pendiente del hermano

Fratelli Tutti (V). ¿Sé dar mi tiempo?

1) Para saber

Había un Pediatra eminente que tenía un remedio infalible para los niños que habían nacido débiles y les costaba aumentar de peso. Cuando llegaba el caso de uno de esos niños, durante su ronda en el hospital, invariablemente escribía la siguiente receta a la enfermera en turno: “Este niño debe ser ‘querido’ cada tres horas”. Y solía darle resultado.

Pero no sólo los recién nacidos necesitan ser queridos. Los médicos están de acuerdo en que muchas enfermedades, sobre todo de tipo psicológico, provienen de un sentimiento de soledad. En el segundo capítulo de la Encíclica, “Fratelli Tutti”, el papa Francisco reflexiona sobre la parábola del “Buen Samaritano”. Como recordamos, es un relato donde un individuo se encuentra medio muerto tirado en el camino después de haber sido robado. Y aunque pasan un sacerdote y un levita, no se detienen para ayudarle. Es un samaritano quien tiene compasión de él y lo socorre. Al respecto, señala el papa que, aunque hemos crecido en muchos aspectos, aún somos analfabetos en acompañar, cuidar y sostener a las personas más frágiles y débiles de nuestras sociedades desarrolladas. Nos acostumbramos a pasar de lado e ignorar esas situaciones (cfr. N. 64).

2) Para pensar

Hay un acertijo que pone el escritor Michael Ende en su célebre libro “Momo”: Tres hermanos viven en una casa. El primero no está, ha de venir. El segundo no está tampoco: ya se fue. Solo el tercero, menor de todos está y sin él no existirían los otros. ¿Qué es? La respuesta: el tiempo.

Es un libro que vale la pena leerlo, pues tiene enseñanzas valiosas. El personaje principal es una niña que vive sola llamada “Momo” que tiene una cualidad que se va perdiendo cada vez: tenía tiempo para escuchar a los demás. La visitaban muchos porque “sabía escuchar como nadie”, de tal forma que a los indecisos los hacía seguros; a los tímidos, libres y valerosos; a los agobiados, confiados y alegres…”.

La gran enseñanza que nos da el buen samaritano, dice el papa, es mostrarnos que la existencia de cada uno de nosotros está ligada a la de los demás: la vida no es tiempo que pasa, sino tiempo de encuentro. Además de curarle y darle el dinero al posadero para que lo atendiera, el samaritano le dio algo que este mundo ansioso difícilmente otorga: le dio su tiempo. Seguramente él tenía sus planes para aprovechar aquel día según sus necesidades, compromisos o deseos. Pero fue capaz de dejar todo a un lado ante el herido, y sin conocerlo lo consideró digno de dedicarle su tiempo (cfr. n. 63).

3) Para vivir

Esta parábola es un ícono iluminador que nos enseña cómo comportarnos ante el dolor: ser como el buen samaritano. Toda otra opción termina o bien al lado de los salteadores o bien al lado de los que pasan de largo, sin compadecerse del dolor del hombre herido en el camino. Quienes pasaron de largo eran personas con funciones importantes en la sociedad, pero no tenían en el corazón el amor por el bien común. No fueron capaces de perder unos minutos para atender al herido o al menos para buscar ayuda. El papa Francisco nos invita a que miremos el modelo del buen samaritano y así resurja nuestra vocación de ciudadanos constructores de un nuevo vínculo social.

 

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