Nadie les preguntó

¡Hombres de la Iglesia, cierren el hocico! ¡Nadie les preguntó!

Anda haciendo las rondas en redes sociales el video de un señor José Ramón San Cristóbal, en el que él despotrica airadamente en contra de que los sacerdotes hablen de política. Su exaltado comentario tiene varios puntos que vale la pena resaltar, por constituir un ejemplo de lo que pasa cuando un influencer -así les llaman hoy, creo- le hace más caso a su hígado que a su cerebro.

En primer lugar, el señor San Cristóbal, además de usar un vocabulario vulgar (el título del presente escrito es cita textual de lo dicho por él) para interpelar a los que él llama “hombres de la Iglesia” -refiriéndose a los sacerdotes-, los conmina a guardar silencio porque “nadie les preguntó”. Agrega categórico que a nadie interesa lo que el clero tenga que decir. Se puede admitir que ninguno de los amigos de nuestro airado amigo tenga interés en escuchar a los sacerdotes. Pero, si es sincero, ni él mismo puede negar que muchos otros ciudadanos sí lo tienen. Además, veamos: tampoco a Don José Ramón le preguntó alguien lo que él pensaba y sin embargo lo dijo, con bastante emotividad, en el video de marras. Porque tiene derecho a expresar su opinión. Y con ese mismo derecho lo hicieron los cinco sacerdotes penalizados recientemente por el Tribunal Electoral de la Federación, coyuntura que parece haber motivado el comentario del señor San Cristóbal. Por otra parte, si en verdad a nadie le interesara oír lo que dicen los clérigos católicos, ¿por qué se les quiere quitar su derecho a expresarlo? Si a nadie interesa, déjenlos que digan lo que quieran ¿o no? Si nadie escucha lo que dicen ¿qué daño hace lo que dicen?

En segundo lugar, el señor San Cristóbal arguye que, en vez de meterse en política, los sacerdotes deben concentrarse en lo suyo: misas, oraciones y homilías. Es patente, por ese argumento, que su crítica está basada en meras suposiciones, ignorantes de lo que realmente es la función de los sacerdotes (función que, obviamente, no puede ser definida por el Estado). Le hará mucho bien a nuestro amigo estudiar esas cosas antes de hablar. ¿Qué es la homilía, por ejemplo, sino una exhortación de los sacerdotes a los fieles para que éstos vivan en su vida diaria -la cual evidentemente incluye la participación política- las enseñanzas de Cristo? Esto conlleva un compromiso moral. Los sacerdotes deben, por tanto, explicar a los fieles cuáles son las consecuencias políticas de vivir la fe cristiana; lo que a los fieles corresponde hacer en las cuestiones concretas de la “res publica”. El cristiano debe saber discernir entre lo que en la política es acorde al plan de Dios y lo que se opone a él, y aceptar y cumplir lo que es bueno moralmente (lo que es conforme a la voluntad de Dios) y rechazar y oponerse a lo que no lo es. Querer que los sacerdotes no hablen en sus homilías acerca de los deberes políticos de los católicos es querer impedir que los sacerdotes, como ciudadanos mexicanos que son, cumplan con las obligaciones propias de su oficio… además de limitarles el ejercicio de su derecho a la libre expresión.

Por último, yo quisiera saber qué hay en las enseñanzas morales católicas que las hace indeseables, perjudiciales para la política y el Bien Común de la nación. ¿Por qué las opiniones de ateos, marxistas, comunistas, librepensadores, jacobinos, miembros de los colectivos LGTB, y otros grupos parecidos sí son válidas en el terreno de la política y las de los católicos no? Evidentemente que hay serias diferencias entre aquellas y éstas, pero ¿no es precisamente la democracia el sistema socio político donde todas las opiniones tienen cabida para ser discutidas? ¿Por qué se le niega a la religión cristiana el derecho de opinar? La doctrina católica enseña la primacía del Bien Común. ¿Hay algo dañino en ello para la Nación? La Iglesia enseña que toda ley o decisión política debe sustentarse en el respeto a la dignidad de la persona humana, como también lo afirma la Carta de Derechos Humanos de la ONU. ¿Hay algo de perverso y antipatriótico en ello? La Iglesia pide a sus fieles que elijan a los candidatos que mejor representen el Bien Común y la dignidad de la persona humana. ¿Cuál es el peligro para México que la Iglesia exija eso? Los sacerdotes piden que los fieles oren antes de votar, para que el Espíritu Santo los guíe a elegir a los mejores candidatos. ¿Causa eso un perjuicio a la democracia y al Estado Mexicano? ¿Qué tiene de antidemocrático que el sacerdote señale durante las campañas políticas, como parte de su función propia, las propuestas electorales que sean contrarias a la dignidad humana? ¿No es bueno para la democracia y para el Bien Común que alguien haga eso? ¿No es la obligación cívica del sacerdote, ciudadano, señalar los posibles males de una decisión política? ¿No es algo que ayuda positivamente al elector a decidir su voto?

“Si tacuisses philosophus mansisses”, como dicen que aconsejaba a sus discípulos un antiguo sabio romano. Les dejo de tarea la traducción de ese consejo a mis lectores y a Don José Ramón.

 

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