Independencia y compromiso

Al presentarse en la Sinagoga de Nazaret, Jesús exclamó: “El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos”. Esta llamada a la libertad fue sin duda el motor que impulsó a los curas Miguel Hidalgo, José María Morelos y a muchos sacerdotes y laicos a buscar, primero, la emancipación de la tiranía napoleónica, y luego, la independencia de la Corona Española.

Por eso, el historiador David A. Brading afirma que no es posible entender el proceso de Independencia de México sin el cristianismo.

Seguramente, en esos momentos dramáticos, compartiendo el dolor de su pueblo que se encontraba sumido en una profunda crisis social, política y económica, aquellos clérigos tuvieron presentes las palabras de San Agustín: “Cuando el peligro es común a todos, quienes tienen necesidad no deben ser abandonados por aquellos de quienes tienen necesidad”. Entonces, se entregaron a defender y promover los derechos de los más desamparados.

Según el Magistrado Ambrosio Romero Carranza, el jesuita Francisco Suárez, catedrático de la Universidad de Salamanca, “fue el filósofo de la emancipación hispanoamericana, quien dio a los hombres que la planearon y ejecutaron la fórmula filosófico-jurídica con la que habían de abrir, y, en efecto, abrieron fácil brecha en el vetusto torreón de la dominación hispana”.

Por su parte, el Jurista Enrique Pérez Luño comenta: “La teoría del derecho de resistencia y el tiranicidio, la fundamentación pactista del poder y en particular la tesis del pactum translationis en la elaboración suareziana, serán el arsenal ideológico americano para rechazar primero la usurpación napoleónica y luego para romper los vínculos con la metrópoli”.

Estas ideas, junto con algunos planteamientos de la Ilustración, fueron la base de los intentos libertarios, en los que estuvo presente el acontecimiento del Tepeyac, como fuente de identidad nacional. Al enarbolar el estandarte guadalupano, Hidalgo no sólo presentó a Santa María de Guadalupe como protectora de una nación mestiza, sino que también la convirtió en forjadora de un país independiente.

Los ideales de libertad, justicia e igualdad, por los que lucharon nuestros compatriotas en la Independencia, nos siguen interpelando hoy; nos invitan a asumir nuestra responsabilidad en la construcción de un México en el que se valore, respete, promueva y defienda la vida, la dignidad y los derechos de todos, y a trabajar por un desarrollo integral que no excluya a nadie.

Hagamos la parte que nos corresponde, uniéndonos al esfuerzo y trabajo de millones de mexicanos que, como nosotros, anhelan una vida cada vez más digna, justa y en paz para todos; teniendo presente, tanto en los momentos de bonanza como de dificultad, que Santa María de Guadalupe, a quien Morelos llamó “Patrona de Nuestra Libertad”, nos repite hoy lo que dijo al indio Juan Diego: “No se turbe tu corazón ni te inquiete cosa alguna. ¿No estoy aquí que soy tu Madre?”.

 

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