Marzo es el mes dedicado a San José quien, de acuerdo con San Francisco de Sales, fue: “más valiente que David y más sabio que Salomón”. El hombre, cuya vida apartada y discreta, prácticamente desapercibida, estuvo iluminada por la Estrella de la Mañana y la Luz del Mundo. San José, esposo de la Reina del Cielo y padre putativo del Dios Engendrado.
Aún cuando las escrituras nos hablan relativamente poco de él, la tradición nos ilumina al develar preciosos detalles de la misteriosa vida de San José a quien, el magisterio de la iglesia define como el santo más grande, después de la Santísima Virgen María. Si el culto de adoración (latría) se ofrece y se dirige sólo a Dios, en el culto de veneración a los santos (dulía), San José recibe la primera veneración, protodulía, precedida sólo por la hiperdulía reservada a la Madre de Dios.
La tradición sostiene que, aunque José, a diferencia de la Virgen, fue concebido con el pecado original, éste nunca cometió pecado mortal y varios sostienen que ni siquiera cometió pecado venial, al haber sido confirmado en gracia en algún momento de su vida.
José, el hombre justo y piadoso, fuerte y virginal que, dando muestra de su gran virtud, protegió a la Santísima Virgen, aún antes de conocer el misterio de la encarnación, cuando, al darse cuenta del estado en que se encontraba María, planea dejarla mas no difamarla.
San Juan Crisóstomo, expone, en sus famosas “Homilías”, varios puntos importantes relacionados con el relato evangélico de San Mateo, concerniente a San José. El doctor de la iglesia explica que, Dios permite que San José caiga en la perturbación, antes de revelarle el misterio de la encarnación; porque siendo como fue, un hecho portentoso, era más fácil creer y dar su consentimiento, teniendo delante la evidencia. Además, de esta manera, y en este punto coincide con San Agustín, brilla más la virtud de San José quien, mostrando gran mansedumbre y dominio de sí mismo no sólo no castigó a su esposa, sino que guardó silencio y a nadie dijo nada, ni siquiera a la Virgen misma, en quien recaía la sospecha; reflexionando en silencio sobre el asunto.
Dios revela a José el misterio, en el momento oportuno y de la manera más conveniente a través del ángel que se aparece en sus sueños. San Juan Crisóstomo nos señala cuántas cosas se logran con esto: “Se declara la virtud de José; las oportunas palabras del ángel lo confirman en su fe; y se quita de ellas toda clase de sospecha. Y el ángel ¿en qué forma hace creíbles sus palabras? Óyelo y admírate de la prudencia de sus dichos. Se le acercó y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a tu esposa. Desde luego le trae a la memoria a David, de quien había de nacer el Cristo. Y no deja que se perturbe, pues recordándole el nombre de sus antepasados le trae a la memoria la promesa hecha a todo el género humano.”
El ángel, por último, expone la razón de aquella concepción con lo cual no sólo aparta la más mínima sospecha en José, sino que declara cómo es, la causa por la que él temía y quería abandonar a su esposa, la misma causa por la cual debía precisamente retenerla y recibirla en su casa, pues María está encinta por la obra sobrenatural del Espíritu Santo.
Como explica San Juan Crisóstomo: “Así es que el ángel descubrió a José todo cuanto éste llevaba en su pensamiento, todo lo que había sufrido, sus terrores y los planes que tenía: para que viendo todo esto descubierto, también diera fe a lo demás que se le decía. Más aún: no sólo por ese medio de las cosas pasadas, sino también de las futuras lo induce a la fe”.
El ángel utiliza la frase; “dará a luz un hijo” para enfatizar que la Virgen dará a luz para todo el mundo y es José quien, aunque no haya intervenido en la generación, ejercerá el ejercicio propio del padre al circuncidar al niño en el octavo día, de acuerdo con la costumbre entre los hebreos, y darle por nombre Jesús; porque salvará a su pueblo de sus pecados, cosa que sólo el poder de Dios puede hacer. Mateo (1:24) relata que: “Al despertar José de su sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, recibiendo a su esposa”. José confía en Dios y obedece.
San Agustín explica que, el matrimonio de José y María con estas palabras: “Tal es el vínculo de este matrimonio, tanto más firme, que las promesas que se dieron deben ser más inviolables por eso mismo que son más santas. “Propter quod fidele conjugium parentes Christi vocari ambo meruerunt” “¡Oh, misterio de pureza! ¡Oh, bienaventurada paternidad! ¡Oh, luces incorruptibles que brillan de todas partes en este matrimonio!”
Bossuet por su parte, en sus meditaciones escribe: “¿Qué virtud necesita José para conservar la virginidad de María, bajo el velo del matrimonio? Una pureza angélica, que pueda corresponder de alguna manera a la pureza de su casta esposa. Para proteger al Salvador Jesús de tantas persecuciones que lo acosan desde su infancia, ¿qué virtud pediremos? Una fidelidad inviolable, inquebrantable por ningún peligro. Finalmente, para guardar el secreto que le fue confiado, ¿qué virtud empleará, sino esta admirable humildad, que fascina los ojos de los hombres, que no quiere mostrarse al mundo, sino que gusta ocultarse con Jesucristo? Depositum custodi: ¡Oh, José, guardad el depósito; guardad la virginidad de María; y para guardarla en el matrimonio, unidle vuestra pureza! Cuidad esta vida preciosa, de la que depende la salvación de los hombres; y emplead en conservarla entre tantas dificultades la fidelidad de vuestros cuidados”.
San José, Ilustre Descendiente de David, Esposo de la Madre de Dios, Custodio Purísimo de la Virgen, Diligente Defensor de Cristo, Jefe de la Sagrada Familia, Terror de los Demonios, Protector de la Santa Iglesia pues como explica su gran devoto, San André Bessette: “Si Jesús sigue siendo el único santificador, la fuente inagotable de todas las gracias; si la Santísima Virgen, que estuvo más cerca de esta fuente sobrenatural, siendo la Mediadora de toda gracia, desvía el curso de esa corriente hacia la tierra, entonces San José, como protector de la Iglesia, es el mayordomo que distribuye los favores divinos a los hombres”.
Aún cuando no es dogma de fe, son varios los santos, entre ellos San Francisco de Sales, doctor de la iglesia, quienes sostuvieron que, después de su muerte; fue llevado en cuerpo y alma al cielo quien fuese elegido por la Santísima Trinidad para custodiar y proteger a Jesús y a María.
San José quien, durante su vida terrena, como nos describe bellamente Sor Juana Inés de la Cruz: “Tuvo, en fin, todas las cosas que pueden pensarse buenas; y es, en fin, de María esposo, y de Dios, padre en la tierra”.
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