Celebraciones cristianas

La belleza de la liturgia (1). Nos llega una Carta

1) Para saber

Se cuenta que un empleado le reclamó a su jefe: ¿Cree usted que es justo que me pague el salario mínimo?”. El jefe le respondió: “Ya sé que no es justo que le pague eso, pero la ley me obliga a pagárselo”.

A veces creemos que merecemos más, pero pensándolo bien, tal vez recibimos más de lo justo. Eso mismo nos acontece con Dios, en particular en la liturgia, donde recibimos mucho más de lo que damos. La desproporción entre la inmensidad del don y la pequeñez de quien lo recibe es infinita y no puede dejar de sorprendernos esa misericordia del Señor, señala el papa Francisco.

En la pasada Solemnidad de San Pedro y San Pablo, el 29 de junio, el Papa Francisco publicó una Carta apostólica sobre la formación litúrgica del pueblo de Dios. La tituló: “Desiderio desideravi” —Ardientemente he deseado— (Lc 22,15), refiriéndose a las palabras de Jesús al manifestar su deseo de celebrar la Pascua con sus Apóstoles. El papa quiere que reflexionemos sobre la Liturgia, la cual es una dimensión fundamental para la vida de la Iglesia: “Quiero ofrecer simplemente algunos elementos de reflexión para contemplar la belleza y la verdad de la celebración cristiana” (n.1).

2) Para pensar

En una ocasión una señora, que no era partidaria de las ceremonias religiosas, le reclamaba a su párroco, quien la escuchaba pacientemente. Le decía que en el futuro desaparecerían, pues no conducen a nada, son exterioridades que parecen supersticiones. Al fin el sacerdote, que había estado muy correcto, se levantó y en plan muy campechano, le dio una gran palmada en la espalda a la señora, como si fuera un viejo amigo en un bar. A la vez le dijo unas sorprendentes palabras: “¡Hay que ver qué cosas se le ocurren a este pedazo de alcornoque…!”.

La dama se puso muy colorada, e indignada le exigió: “Usted está faltando a las más elementales normas de educación…”

El sacerdote sonrió y le contestó: “De acuerdo, usted exige que se le trate con buenas maneras. Pero si se trata de Dios, le parece demasiado una simple ceremonia y las muestras de respeto. ¿Comprende ahora la necesidad de esas ‘exterioridades’ para con Dios?”

La liturgia nos enseña a tratar del modo apropiado y correcto a Dios mismo, nos enseña a ser “educados” con Dios.

3) Para vivir

Al decirnos el Señor que desea ardientemente comer la Pascua, nos está mostrando el deseo ferviente de Dios mismo de compartir esos momentos con nosotros. Por ello, en la liturgia tenemos la posibilidad de vislumbrar la profundidad del amor de las Personas de la Santísima Trinidad hacia nosotros (n. 2).

En la “Última Cena”, Jesús sabe que Él es el Cordero que muere. Esa Cena es única, irrepetible y verdadera novedad de la historia. El infinito deseo de Dios de restablecer la comunión con nosotros, que era y sigue siendo su proyecto original, no se podrá saciar hasta que todo hombre, de toda lengua y nación haya comido su Cuerpo y bebido su Sangre: por eso, esa misma Cena se hace presente en cada celebración de la Eucaristía. El Señor sigue deseando ardientemente celebrar la Misa, su Sacrificio, con nosotros. Que no dejemos de seguir asombrándonos por la belleza de la Liturgia bajo la mirada de María, Madre de la Iglesia.

 

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