La liturgia

La Belleza de la Liturgia (6). Sacrificio por amor

1) Para saber

Una de las películas mejor valoradas por la crítica, y de mis preferidas, es “Casablanca”, ganadora de varios óscares, entre ellos el de “Mejor Película” otorgado en 1943. Es un drama romántico protagonizado por Humphrey Bogart en el papel de Rick y por Ingrid Bergman como Ilsa. El desarrollo de la película se centra en el conflicto que se le presenta a Rick: Escoger entre su amada Ilsa o hacer lo correcto. Parte de su éxito se debe a la decisión de aceptar hacer un sacrificio por una causa noble. Se descubre la belleza del acto heroico de sacrificar algo muy valioso, o sacrificarse a sí mismo por algo que vale la pena.

Esa belleza la hemos de saber descubrir en la Liturgia, como nos invita el papa Francisco. En ocasiones pasadas, hemos reflexionado sobre la belleza física, así como la belleza que se da en el encuentro con alguien a quien se ama, y ambas se encuentran en la liturgia. Ahora el papa pone la atención en la belleza del sacrificio: el sacrificio de Jesús. A diferencia de una película, ese sacrificio de Jesús es real y además lo hizo por amor a cada uno de nosotros.

2) Para pensar

Las esculturas griegas, del periodo clásico, son muy bellas, armónicas y expresivas alcanzando casi la perfección. No obstante, esa belleza física es superada por la belleza espiritual. El sacrificio que se hace por amor a alguien es un acto bello. Y si ese sacrificio es el mayor que se pudiera hacer, movido también por el máximo amor que se pudiera tener, resultaría un acto máximamente bello. Pues bien, ese acto ya se hizo: Jesús sufrió el máximo sacrificio posible, movido, a su vez, por el amor más grande que se pueda tener, el amor de Dios. Por ello, en la Liturgia, y en especial en la Eucaristía, nos encontramos con la máxima belleza que pudiera existir, en el sacrificio de Cristo.

También en los otros seis Sacramentos, que se celebran litúrgicamente, está presente ese Sacrificio, pues son posibles gracias a que Jesús nos ganó la gracia con su Pasión y Muerte. Pensemos si podríamos asistir a las ceremonias litúrgicas con una mayor conciencia de ese Sacrificio.

3) Para vivir

El dolor esconde una belleza que a veces no se valora. Nuestra naturaleza conlleva un instinto para conservarnos, que es muy positivo, pues así evitamos lo que pudiera ser un peligro para nuestra existencia. El dolor corporal es una advertencia de nuestro organismo de que algo no va bien.

En ocasiones el dolor es necesario para conseguir un bien mayor. Es el caso, por ejemplo, de una inyección o una operación dolorosa en que se acepta el dolor para recuperar la salud. En el plano espiritual, Nuestro Señor aceptó dolores indecibles para conseguirnos la salvación. Su sacrificio tuvo un poder salvífico. En ese caso, no solo se trató de conseguir un bien, sino de hacerlo por alguien, lo cual implica un acto amoroso. Se sufre por amor a alguien, y se nos revela que es un acto noble, hermoso.

Por ello, no se trata de querer el dolor o sufrimiento en sí mismos, sino como medios para algo superior. Cuando alguien ama a una persona, no le importa sacrificarse por ella. Es de desear que en nuestra vida sepamos sacrificarnos por los demás, como Jesús se sacrificó por nosotros.

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