Ser gratos a Dios

La Belleza de la Liturgia (9). Ofrecer culto perfecto

1) Para saber

En la Biblia se presentan relatos sobre hechos históricos, pero estos además pueden ser proféticos. A estos se les suele denominar como “figuras” o “tipos” de una realidad espiritual futura. Muchas se refieren a la venida de Cristo. Por ejemplo, cuando Moisés sacrifica un cordero y su sangre sirve para librarse de la muerte. Ello es figura de Cristo que es sacrificado en la Cruz y su sangre derramada es salvación para todos. Una de esas figuras es Adán, que se denomina “tipo” de Cristo. A ella hace referencia el papa Francisco mostrando el paralelismo que se da entre Adán y Cristo: en el Antiguo Testamento se relata que cuando Dios creó a Adán, lo hizo caer en un sueño, y de su costado formó a Eva. Ahora, en el Nuevo Testamento, de Cristo dormido en el sueño de la muerte, de su costado abierto nace la nueva Eva que es la Iglesia.

Dice el papa que el paralelismo entre el primer y el nuevo Adán es sorprendente: cuando Adán ve por primera vez a Eva expresa la unidad con ella: “Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne”. Ahora Cristo, el nuevo Adán, hace suyas esas palabras mirando a la Iglesia, a nosotros, y nos convierte en “hueso de sus huesos, en carne de su carne”. Gracias al Bautismo formamos con Cristo un solo Cuerpo, que es la Iglesia. Por ello a la Iglesia se le denomina como “Cuerpo Místico de Cristo”. Gracias a esta “incorporación” a Cristo podemos ofrecer la plenitud del culto a Dios.

2) Para pensar

Un símbolo de los Juegos Olímpicos es la antorcha que enciende la Llama Olímpica, que significa la luz del conocimiento. Para encenderla se escoge a un atleta digno. Así, en el ámbito espiritual, el hombre necesita de alguien digno que le presente a Dios nuestra adoración y nuestras peticiones. No hay, ni puede haber alguien más digno que Jesucristo. Con Cristo se da el culto perfecto, pleno y más digno. Jesús presentó a Dios Padre el acto de culto perfecto y agradable, su obediencia hasta la muerte en la Cruz. Y todos los hombres podemos rendir un culto digno a Dios si nos unimos a Cristo por el Bautismo. En la Liturgia, quien actúa es el Cuerpo Místico de Cristo, del que forman parte todos los bautizados.

3) Para vivir

A veces algunas personas piensan que no requieren de la Iglesia, y a veces ni de Jesucristo, para ser gratos a Dios, y pretenden ofrecerle un culto “directamente”. Comentan: “Yo sí creo en Dios y rezo, pero no voy a la Iglesia”. Pero ese culto no alcanza, por mucho, la perfección ni es pleno. Podría ayudar a irse acercando a Dios, pero al prescindir de Cristo, se queda lejos.

Nuestro Señor nos lo advierte: “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no da fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí, y yo en él, este da mucho fruto; porque sin mí no podéis hacer nada” (Jn, 15, 4-5). Agradezcamos el don del Bautismo que nos permite unirnos al Señor y nos da la posibilidad de que nuestro culto sea grato a los ojos de Dios.

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