1) Para saber
La tercera palabra a reflexionar, después de “detenerse” y “mirar”, a la que nos invita el Papa Francisco es: “volver”. En las ocasiones pasadas se reflexionaba sobre la necesidad de detenernos en este tiempo cuaresmal para poder mirar.
Pero una vez, que hemos contemplado, sobre todo, el amor de Dios en nuestro alrededor, ahora se nos invita a volver a Él: “¡Vuelve!, sin miedo, a los brazos anhelantes y expectantes de tu Padre rico en misericordia que te espera. ¡Vuelve!, sin miedo, este es el tiempo oportuno para volver a casa; a la casa del Padre mío y Padre vuestro (cf. Jn 20,17). Este es el tiempo para dejarse tocar el corazón…”, nos apremia el Papa.
2) Para pensar
Se cuenta que un reo había sido sentenciado a morar por siempre en una vieja, sucia y oscura mazmorra. No queriendo arrepentirse de su desatinada vida, orgulloso gritó que de alguna forma escaparía. El rey, en un acto de misericordia y gracia, le dijo que le dejaba una sola salida, y si la encontraba, le perdonaría todo y saldría libre.
Al revisar su celda, vio que tenía una alta ventana, un registro de desagüe y una roca suelta.
El preso intentó primero llegar a la ventana. Cuando lo logró, le llevó años aflojar los barrotes, solo para darse cuenta de que la altura era tal, que le causaría la muerte intentar saltar.
Luego buscó salir por el desagüe, pero tampoco fue la respuesta, pues aunque podía abrir su acceso, se ahogaría antes de llegar al río.
Entonces se decidió escarbar por la roca suelta. Los años pasaron, pero al final sólo constató que al otro lado había una celda igual. La soledad era impresionante, el encierro se hacía parte de él. Tuvo toda la vida y no pudo hallar la salvación.
Ya viejo y enfermo, antes de morir, le dijo al rey que lo visitó: “Tú me prometiste libertad, pasé mi vida buscándola con todas mis fuerzas y no la hallé nunca. De haberla… ¿Cuál era esa única salida?”. El rey le respondió: “Nunca me buscaste, no te arrepentiste. La puerta estaba abierta… ¡La salida era yo!”
Se dice que “La soledad es la única cárcel que se cierra por dentro”. Y es cierto. Muchas veces cerramos el corazón al amor, a la verdad, al arrepentimiento. Buscamos otras falsas salidas, encerrándonos en nuestros errores hasta que no podemos ya ver la salida que se encuentra bloqueada por paredes y por muros de necedad, de costumbre y orgullo.
Pensemos si no estamos encerrados en nuestra autosuficiencia y egoísmo, pudiendo ser libres al volvernos a Dios.
3) Para vivir
Permanecer en el camino del mal es sólo fuente de ilusión y de tristeza, dice el Papa Francisco, y nos recuerda que “la verdadera vida es algo bien distinto y nuestro corazón bien lo sabe. Dios no se cansa ni se cansará de tender la mano… Detente, mira y vuelve. Vuelve a la casa de tu Padre. ¡Vuelve!, sin miedo, a participar de la fiesta de los perdonados. ¡Vuelve!, sin miedo, a experimentar la ternura sanadora y reconciliadora de Dios. Deja que el Señor sane las heridas del pecado y cumpla la profecía hecha a nuestros padres: «Les daré un corazón nuevo y pondré en ustedes un espíritu nuevo: les arrancaré de su cuerpo el corazón de piedra y les daré un corazón de carne» (Ez 36,26): ¡Detente, mira y vuelve!
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