En esos días de febrero en que Su Santidad Francisco nos visitó, no desaprovechó la oportunidad de hablarnos de su preocupación para que construyamos un mundo cada vez más humano, un mundo más justo, donde podamos vivir y convivir de mejor manera todos, basándonos, por supuesto, en el Evangelio.
A finales del siglo XIX, y en buena parte del siglo XX, hubo una gran ausencia de participación de cristianos y particularmente de católicos en política debido a que, en gran medida, las corrientes liberales, socialistas, comunistas, grupos masónicos pragmáticos nos habían mostrado el lado sucio e inmoral de la política, llegando los católicos a pensar que hacer política era sinónimo de corrupción, y que si se participaba en política, había que estar dispuestos a hacer maniobras sin principios, desvirtuando esta noble actividad que es la política.
De esto hay muchos ejemplos, y no sólo en México.
Así que si una persona se esfuerza por su santificación siguiendo la ley de Dios, era evidente que no debía acercarse a actividades donde la regla es que no hay reglas, donde se permite todo y, por lo tanto, habría que faltar a esos principios morales que es la ley de Dios. O si el ideal es ser una persona honesta, de principios sin involucrarlo a Él, entonces la llamada política práctica, al desconocer los principios y las normas éticas, produce comportamientos deshonestos y corruptos.
Sin embargo, también tenemos ejemplos de personas honestas, con principios, que ven a la política como el trabajo para conseguir el bien común, con una concepción trascendente del hombre y siguiendo reglas de acción claras basadas en valores y en principios. Desgraciadamente, estos ejemplos no abundan o no se conocen; pero evidentemente, es deseable que en todos los ámbitos de la actividad humana exista un comportamiento ético y principalmente en la política, donde se administran recursos de la sociedad para impartir justicia, para proveer de todas las condiciones materiales y espirituales a todas y cada una de las personas que conforman una ciudad o un país. Esto es el Bien Común, principio y objetivo de la Política.
El Papa Francisco, desde su primer discurso, nos habló del bien común y del deber que tenemos todos los cristianos para participar en las actividades para conseguirlo. Y nos lo dijo de una manera y de otra. Nos lo dijo a cada uno de los grupos sociales con los que se reunió.
Y quiero terminar transcribiendo las palabras que les dijo a los jóvenes en esa reunión de Morelia, donde a su manera y con sus palabras, también nos invita a trabajar por nuestros semejantes en la construcción de ese mundo más humano que todos queremos:
”Hoy el Señor los sigue llamando, los sigue convocando, al igual que lo hizo con el indio Juan Diego. Los invita a construir un santuario. Un santuario que no es un lugar físico, sino una comunidad, un santuario llamado parroquia, un santuario llamado Nación. La comunidad, la familia, el sentirnos ciudadanos, es uno de los principales antídotos contra todo lo que nos amenaza, porque nos hace sentir parte de esta gran familia de Dios. No para refugiarnos, no para encerrarnos, para escaparnos de las amenazas de la vida o de los desafíos; al contrario, para salir a invitar a otros, para salir a anunciar a otros que ser joven en México es la mayor riqueza y, por lo tanto, no puede ser sacrificada. Y porque riqueza es capaz de tener esperanza y nos da dignidad. Otra vez las tres palabras: riqueza, esperanza y dignidad. Pero riqueza, esa que Dios nos dio y que tenemos que hacer crecer”.
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