La dureza de corazón / La tentación del faraonismo

1) Para saber

En su reciente viaje a Egipto a fines de abril, el Papa Francisco tuvo diversos encuentros: con autoridades civiles y religiosas, con jóvenes, con periodistas, con el clero católico…Y pocas horas antes de regresar a Roma, el Papa quiso prevenir a los católicos de varias tentaciones: contra la envidia, la murmuración, el individualismo entre otros… y mencionó otra con un nombre adecuado al lugar donde se encontraba, medio en broma y medio en serio, la tentación del faraonismo.

Recordemos que la Sagrada Escritura nos relata que el Faraón se resistía a la petición de Moisés. Éste le pedía que dejara salir al pueblo judío de Egipto para que fuera a hacer un sacrificio a Dios. Ante su negativa, varias plagas cayeron sobre Egipto. Pero ni por eso cedía. El Faraón tenía endurecido su corazón y, no sólo no permitía lo pedido por Moisés, sino que lo castigaba cada vez más.

Dice el Papa que el “faraonismo” es la tentación de sentirse por encima de los demás y de someterlos por vanagloria, de tener la presunción de dejarse servir en lugar de servir.

Es una tentación común que aparece desde el comienzo del cristianismo entre los discípulos, los cuales —dice el Evangelio— «por el camino habían discutido quién era el más importante» (Mc 9,34). Pero el antídoto a este veneno nos lo dice Jesús: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos» (Mc 9,35)”.

2) Para pensar

Georges Clemenceau fue un médico, periodista y político francés que alcanzó el cargo de primer ministro y jefe de gobierno durante el régimen de la Tercera República Francesa a principios del siglo XX. Siendo el presidente del Consejo de Ministros tenía a un ministro ambicioso y petulante que deseaba a toda costa ascender en la política.

Sucedió que falleció otro ministro de un importante cargo deseable por muchos. El ministro ambicioso de inmediato le escribió el mismo día de su muerte una carta donde le decía a Clemenceau: “No preciso decirle, señor presidente, que una vez desaparecido mi compañero, creo que soy yo el más indicado para ocupar su puesto”.

Clemenceau le respondió con otra carta donde le decía: “Estoy de acuerdo con usted, y eso será muy fácil. Sólo tiene que ponerse de acuerdo con el servicio del funeral, para que usted ocupe el lugar del fallecido”.

3) Para vivir

La soberbia endurece y cierra el corazón hacia Dios y hacia el prójimo, nos ciega para comprender las necesidades ajenas. Es la tentación del individualismo. El Papa recordó el conocido dicho: «Después de mí, el diluvio». Y comentó: “Es la tentación de los egoístas que por el camino pierden la meta y, en vez de pensar en los demás, piensan sólo en sí mismos, sin experimentar ningún tipo de vergüenza, más bien al contrario, se justifican… El individualista es motivo de escándalo y de conflicto”.

¿Qué hacer frente a esas tentaciones que a todos nos acechan? El Papa responde que “no es fácil, pero es posible si estamos injertados en Jesús: «Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí» (Jn 15,4). Cuanto más enraizados estemos en Cristo, más vivos y fecundos seremos”.

 

 

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