La fidelidad de Paul Newman / Avivar el amor conyugal

1) Para saber

Después de haber comentado el Himno de la Caridad propuesto por San Pablo, el Papa Francisco señala que ese Himno nos permite comprender mejor lo que debe ser el amor conyugal; un amor que une a los esposos y que es enriquecido por la gracia del sacramento del matrimonio.

Este amor conyugal espiritual, contiene a la vez, la ternura de la amistad y la pasión erótica, y aun puede subsistir cuando se debilitan estos sentimientos. Subsiste porque no consiste sólo en ese sentir, sino que es algo mucho más alto. Como dice el Papa Francisco: “El matrimonio es la imagen del amor de Dios por nosotros: cuando se celebra el matrimonio, Dios imprime en ellos los propios rasgos de su amor”.

Antes de ser Papa, Karol Wojtyla escribió un excelente libro llamado “Amor y Responsabilidad”, donde analiza y fundamenta el amor conyugal. En él dice: “El amor en su conjunto no se reduce a la emoción ni al sentimiento, que no son más que algunos de sus componentes. Un elemento más profundo, y por mucho el más esencial, es la voluntad, llamada a modelar el amor en el hombre…” Se ama cuando voluntaria, y libremente, se desea el bien para el otro.

2) Para pensar

En una ocasión preguntaron al actor Paul Newman, quien vivió la fidelidad matrimonial, cómo explicaba su largo matrimonio, que llevaba en ese entonces 40 años. Respondió el actor de cine: “Al principio nos mantuvo juntos la atracción de los sentidos. Después el respeto mutuo. Luego la perseverancia. Muchas veces fue el perdón lo que salvó nuestro matrimonio. Pero por encima de todo, se lo debemos al amor, un amor que es más grande hoy que al principio”.

Ese es el camino: Amor sensual convertido en hondo amor de espíritu… Respeto y perseverancia… Y perdón, perdón hasta el final.

Existe el peligro de que se introduzca la rutina. Por ello se requiere cultivar, tanto para el amor a Dios o al propio cónyuge. Una anécdota nos lo ilustra:

Después de casarse, ella empezó a cambiar, pues aunque era buena ama de casa, ya no ponía tanto interés por su marido como en el noviazgo. Él no reclamaba, pero resentía cierta tibieza. Un día le llamó desde la oficina: “Querida, pon un plato más en la mesa. Voy a llevar a un amigo a cenar”.

Ella estaba leyendo cuando le llamó. Cerró la revista y puso manos a la obra. Barrió la casa, arregló el comedor, se puso un bonito vestido y preparó una comida de fiesta. De vez en cuando miraba a la ventana: “¿Quién será este amigo? Se preguntaba”.

Hacia las siete apareció el marido… solo. Ella, contrariada, le reclamó: “¿Dónde está el amigo que ibas a traer?”

El marido echó una mirada al comedor preparado, miró seriamente a su esposa y preguntó: “Y yo, ¿No soy tu mejor amigo?”

Su mujer entendió que de no ser por la llamada no hubiera preparado nada. De ahí en adelante, las cosas mejoraron, había servido la lección.

3) Para vivir

Aunque los esposos están llamados a reproducir en su amor conyugal el amor de Cristo por su Iglesia, ello no significa que han de hacerlo de manera perfecta, pues eso los podría llenar de angustia al verse tan limitados. Significa que están en camino, que han de ir avanzando gradualmente, conforme van incorporando en su vida dones de Dios (San Pablo II).

 

 

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