¿Por qué es tan importante el adviento en la vida de la Iglesia? Casi podríamos decir que la Iglesia vive en un continuo adviento, en la continua espera de la venida de Cristo al mundo. Lo decimos, quizá sin darnos demasiada cuenta, cada vez que rezamos el padrenuestro: “Venga a nosotros tu reino”; en la santa Misa también, diversas oraciones nos ponen a la espera de la segunda venida de Cristo.
En realidad, el Adviento nos conduce a mirar, simultáneamente hacia adelante y hacia atrás. Las primeras tres semanas del adviento miramos hacia adelante, anhelamos, por así decir, la segunda venida de Jesucristo, cuando sea consumado el tiempo y venga a poner orden en este mundo tan revuelto. A partir del 16 de diciembre comenzamos la novena de la Navidad, en la que miramos hacia atrás, recordando y preparándonos para conmemorar la primera venida de Jesús. La síntesis de esta mirada alternativa, hacia el pasado y hacia el futuro, da su fruto en el presente, en el tiempo de adviento, donde somos invitados a acentuar nuestra vida de oración e incrementar nuestras obras de misericordia. La mirada hacia el pasado y hacia el futuro nos permite transformar el presente, haciéndolo fecundo y profundo a la vez.
La Iglesia es Cristocéntrica, y el adviento la avoca a mirar a Cristo en dos facetas diferentes: en la humildad de su primera venida, y en la gloria de su segunda venida. Pero San Bernardo nos habla de una tercera venida, oculta, al corazón de cada uno de los cristianos en el presente, es decir, mientras se esfuerzan por vivir bien el adviento. Ahora bien, el sentido de la Iglesia es presentar a Jesús y preparar el Reino de Cristo, en palabras del último Concilio, es ser germen e inicio, signo e instrumento del reinado de Cristo. La Iglesia tiene, en este sentido, un carácter “adventual”, de espera ansiosa y activa, de esa segunda venida.
Por eso el tiempo de adviento es, por excelencia, el tiempo de la esperanza, y tiene como modelo o punto de referencia imprescindible, a la Virgen María, a la que contemplamos en estado de buena esperanza, es decir, embarazada con la gozosa espera del nacimiento de su Hijo. María es modelo de esperanza, el contenido de la esperanza es Cristo. Quizá nuestra época está caracterizada por la necesidad de la esperanza auténtica. Los problemas, las crisis, la pandemia, el fracaso de las utopías políticas nos han ido arrebatando la esperanza; tantos dolores y fracasos han mermado la esperanza de la humanidad. Tenemos muchas pequeñas esperanzas que nos ayudan a afrontar el sinsentido de la existencia, pero nos falta la gran Esperanza, con mayúscula, que dota de sentido a este mundo y nuestra vida.
El adviento es entonces tiempo de espera, pero no pasiva. La mirada alternativa hacia el pasado y el futuro encuentra una síntesis creativa en el tiempo presente. Es en el “ahora” cuando se nos invita a vivir intensamente el adviento. ¿Cómo podremos hacerlo? Es un cóctel espiritual que contiene tres ingredientes: oración, penitencia y obras de misericordia. Oración que nos ayude a centrar nuestra mirada en Jesús y a poner toda nuestra esperanza en Él; penitencia que nos ayude a desprendernos de los bienes materiales, a ser sobrios en su uso y goce, para ser capaces de elevar nuestra mirada al cielo; obras de misericordia que nos lleven a salir de nosotros mismos al encuentro del necesitado y del que sufre, rubricando así la auténtica piedad, que no es meramente intimista, sino que se abre en abanico y da frutos en el entorno.
Para vivir bien el adviento la sabiduría de la piedad popular nos ofrece un poderoso elemento, que vale la pena rescatar, en la “Corona de Adviento”. A veces nos apresuramos demasiado a poner el árbol de navidad, y se nos olvida la corona de adviento. En ella, pacientemente, vamos encendiendo, semana a semana las velas, al compás de nuestras oraciones, penitencias y obras de misericordia. ¡Ojalá que no falte en ningún hogar cristiano, junto con el Nacimiento, la corona de adviento!, para recordarnos que estamos en este tiempo de espera, y vivir su dimensión espiritual, tantas veces amenazada por el consumismo de las compras navideñas. Adviento, tiempo de mirar hacia adentro y hacia adelante, mientras nos esforzamos por vivir la sobriedad y la caridad con el prójimo.
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