1) Para saber
Se cuenta que una niña en sus oraciones de la noche le pidió a Dios una flor y una mariposa. Se durmió con la ilusión de encontrárselos por la mañana. Pero sucede que al despertar se decepcionó, pues encontró un cactus con espinas y un feo gusano. Se puso triste, pues pensó que Dios le había hecho una mala broma. Dejó el cactus en una maceta con el gusano, y procuró ya no pensar en ello. Pero después de un tiempo, para su sorpresa, del espinoso y feo cactus había nacida la más bella de las flores, y el repugnante gusano resultó ser una oruga transformada en una bellísima mariposa.
Dios escucha siempre nuestras oraciones y siempre hace lo correcto, aunque a nosotros no nos lo parezca. Él sabe sus caminos que siempre serán mejores que los nuestros.
Al haber tratado sobre el Bautismo del Señor, el papa Francisco hace una interesante observación en el texto de san Lucas: “Sucedió que bautizado también Jesús y mientras estaba en oración, se abrió el cielo” (Lc 3, 21). Podría parecer que Jesús no necesitara de orar, pero no es así. Los Evangelios repiten muchas veces que Jesús pasaba mucho tiempo en oración: al inicio de cada día, a menudo de noche, antes de tomar decisiones importantes… Su oración es un diálogo, una relación con el Padre.
2) Para pensar
Contaba el p. Jesús Urteaga de un niño cuya enfermedad no le permitía caminar. Sin embargo, ese estado lo había llevado a ser sumamente egoísta y solía hacer berrinches por cualquier motivo. Sus padres habían tratado por muchos medios de lograr su curación, pero todo había sido en vano. Por ello lo llevaron al Santuario de Nuestra Señora de Lourdes para pedir su curación. Dentro de la multitud de enfermos, los padres del niño lograron ponerlo casi hasta adelante al momento de la Bendición con el Santísimo y le dijeron a su hijo que hiciera su petición. Ya de regreso, la madre le preguntó a su hijo si había pedido su curación. Pero su hijo le dijo. “No. ¿Viste que adelante había un niño con una cabeza muy grande? Pues le pedí a la Virgen que mejor curara a ese niño”. La madre comprendió que al pedir por otro, la Virgen le había hecho un milagro mayor al sanarlo de su arraigado egoísmo.
La oración no es una vía de escape, ni un rito mágico o una repetición de cantilenas aprendidas de memoria. Rezar es el modo de dejar que Dios actúe en nosotros, para captar lo que Él quiere comunicarnos incluso en las situaciones más difíciles. Rezar es para tener la fuerza de ir adelante.
3) Para vivir
La oración nos ayuda porque nos une a Dios, nos abre al encuentro con Él. La oración es la clave que abre el corazón al Señor. Es dialogar con Dios, es escuchar su Palabra, es adorar: estar en silencio encomendándole lo que vivimos.
Como en el caso del Bautismo de Jesús, podemos decir que la oración nos “abre el cielo”: da oxígeno a la vida, da respiro incluso en medio de las angustias, y hace ver las cosas de modo más amplio, dice el Papa. Y, sobre todo, nos permite tener la misma experiencia de Jesús en el Jordán: nos hace sentir que somos hijos amados del Padre. Hay que tener la seguridad que Él siempre nos dará lo que necesitamos en el momento adecuado. La espina de hoy puede ser la flor de mañana.
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