Una Mirada en la historia; Pascua

La verdadera Pascua es el paso del pecado a la gracia

Estamos su servidor en esta columna, “Una Mirada en la Historia”, el Padre José Luis Bautista González. Estamos viviendo en este tiempo, en nuestra Iglesia católica, la Pascua. Pero, históricamente, ¿qué significa la palabra Pascua?

 

Ustedes recordarán que en la mentalidad judía, ellos celebraban la Pascua como una fiesta eminentemente pastoril, porque se sacrificaba el cordero y junto con la fiesta de la Pascua se celebra la fiesta de los panes ázimos, que era una fiesta eminentemente pastoril. Ambas fiestas se juntaron para recordar un momento histórico en la vida del pueblo judío.

 

Como en el siglo XIII a.C., en tiempo de Seti I y Ramsés II, hubo dos migraciones del Norte de Egipto hacia Palestina. Coincidentemente, es en ese mismo tiempo en que Yahvé ordena a Moisés en el capítulo 12 de Éxodo que las familias se agrupen, que coman el cordero a toda prisa porque era el paso de Yahvé al aniquilar a los primogénitos egipcios; pero iban a comer unas hierbas amargas, recordando la esclavitud de Egipto durante 4 siglos, y junto a estas hierbas amargas iban a comer unos frutos dulces, adelantando la tierra de promisión desde el siglo XIX dada a Abraham desde el capítulo 12 del Génesis.

 

Para los Evangelios sinópticos, en el Año 30, día 6 de abril, cuando imperaba Tiberio en Roma, se celebra la Pascua. En cambio, para el teólogo Juan, Jesús no celebró la cena en la Pascua. Históricamente, por el calendario lunar sabemos que en el Año 30 la Pascua se celebró el sábado; por tanto, Jesús celebra una cena, no con los tintes pascuales; pero ciertamente, cuando Jesús toma un trozo de pan ázimo, le da gracias a su padre y dice: Tomen y coman, este es mi cuerpo que será entregado por ustedes, y después en aquel atardecer del jueves 6 de abril del año 30, cuando ya no estaba Judas porque iba a vender al Maestro, tomó una copa de vino, le da gracias a su papá y dice: Tomen y beban todos de él porque está es mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna que será derramada por ustedes para el perdón de los pecados, hagan esto en conmemoración mía.

 

Esto que les he relatado, históricamente es el texto más antiguo que tiene la Iglesia Católica, y que podemos consultar en la Primera Carta de los Corintios, capítulo 11, versículos 23 al 26. Este texto es uno de los más antiguos; y precisamente, si estamos hablando que la Pascua era el cordero inmolado en el Antiguo Testamento, el verdadero cordero inmolado será Jesús. ¿Y por qué entendemos que es el verdadero cordero? Porque en estas palabras de la Institución dice: “Cuerpo que se entrega y sangre que se derrama”.

 

Los antiguos sacrificios, como lo podemos leer en el capítulo 8, 9 y 10 de la Carta a los Hebreos, han sido aniquilados, han sido suprimidos; Cristo es el verdadero cordero que quita a través de su muerte expiatoria los pecados de todo el mundo.

 

Ésta es la verdadera Pascua, el paso de la muerte a la vida, el paso de la muerte a la resurrección, el paso del pecado a la gracia; y esta Pascua, como ustedes lo saben, se prolonga durante 50 días: para el evangelista Lucas, desde que Cristo resucita el 9 de abril del año 30, domingo, hasta que inicia lo que se le denomina la fiesta de Pentecostés. Durante 50 días, precisamente, nuestro Señor Jesucristo, de la Resurrección a la venida del Espíritu Santo, éste es el Tiempo Pascual. San Agustín tiene una famosa homilía del siglo V de la era cristiana. Afirmaba que celebrar el Tiempo Pascual era prolongar durante 50 días en un solo día la alegría de saber que Cristo ha resucitado de entre los muertos. De ahí que nosotros, en este hermoso Año de la Misericordia, como fruto de la gracia recibida por Dios, debemos de ser transmisores de Misericordia unos con otros. ¡Pues vivamos el dinamismo de este Tiempo Pascual, en este año litúrgico 2015-2016!

 

Dios los bendiga a todos ustedes.

 

 

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