Hace algunas semanas se dio a conocer por parte de librería del Vaticano un libro de reflexiones escrito por el Papa Francisco, titulado La vida después de la pandemia.
Es una colección de ocho textos pronunciados o escritos por el papa Francisco, que se ha extendido en la familia humana.
Dentro de los objetivos nos encontramos el primero, que es sugerir una dirección, claves y directrices para construir un mundo mejor. El segundo es sembrar esperanza en medio del sufrimiento y desconcierto en el mundo por el COVID 19.
El prefacio está firmado por el cardenal Michael Czerny, SJ y nos comenta en esta colección emerge un pontífice que desafía a todos –no importa si son influyentes o de origen humilde– a hacer el bien; un pontífice que muestra su gratitud a aquellos que trabajan para garantizar los servicios esenciales necesarios para la coexistencia civil y que, al mismo tiempo, escucha, mira e invita a mirar a aquellos que son de hecho invisibles y silenciados.
Estos textos se inician con la Bendición Urbi et Orbi, invitando a la humanidad a escuchar, el papa habla de un modo muy personal lleno de sentimiento nos dice, por lo tanto, la escucha, la contemplación y la oración son parte integrante de la lucha contra las desigualdades y las exclusiones, y a favor de alternativas que sostengan la vida. Y nos dice rezo por ustedes y rezo con ustedes.
¿Por qué tenéis miedo?
Desde hace algunas semanas parece que todo se ha oscurecido. Densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles, ciudades; se fueron adueñando de nuestras vidas llenando todo de un silencio que ensordece, se palpita en el aire, se siente en los gestos, lo dicen las miradas. Nos encontramos asustados y perdidos. Al igual que los discípulos del Evangelio, en esta barca estamos todos y descubrimos que debemos seguir juntos y nos dice porque tenéis miedo. Aún no tenéis fe? La oración y el servicio silencioso son nuestras armas vencedoras. Esta es la fuerza de la fe, que libera del miedo y da esperanza.
Prepararnos para el después es importante
Algunos gobiernos han tomado medidas ejemplares con prioridades bien señaladas para defender a la población. Es verdad que estas medidas molestan a quienes se ven obligados a cumplirlas pero siempre es para el bien común. Los gobiernos que enfrentan así la crisis muestran la prioridad de sus decisiones: primero la gente. Prepararnos para el después es importante ya se notan algunas consecuencias, personas sin trabajo, hambre, violencia, aparición de usureros, delincuentes.
Como una nueva llama
Y el papa nos dice en este documento, hermanos, hermanas, Feliz Pascua, Jesucristo ha resucitado.
Esta buena noticia se ha encendido como una llama nueva en la noche, en la noche de un mundo que enfrentaba desafíos cruciales y que ahora se encuentra abrumado por la pandemia. El resucitado no es otro que el crucificado. A Él dirigimos nuestra mirada para que sane las heridas de la humanidad desolada.
Este no es el tiempo de la indiferencia, no es tiempo del egoísmo, porque el desafío que enfrentamos nos une a todos y no hace acepción de personas.
Este no es tiempo de división, no es tiempo del olvido, estas palabras ¡queremos suprimirlas para siempre!, dejemos que el Señor triunfe en nuestro corazón y en nuestra vida.
Un ejército invisible
Si la lucha contra el COVID-19 es una guerra, ustedes son un verdadero ejército invisible que pelea en las más peligrosas de las trincheras. Un ejército sin más arma que la solidaridad, la esperanza, y el sentido de comunidad que reverdece en estos días en los que nadie se salva solo, ustedes son verdaderos poetas sociales.
Un plan para resucitar
De pronto Jesús salió a su encuentro diciendo alégrense, invitar a la alegría pudiera parecer una provocación, sin embargo resulta conmovedor destacar la actitud de la mujeres del Evangelio. Frente a las dudas, el sufrimiento, fueron capaces de ponerse en movimiento y no dejarse paralizar por lo que estaba aconteciendo. En este tiempo nos hemos dado cuenta de la importancia de “unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral”.
La civilización del amor se construye cotidianamente, supone el esfuerzo comprometido de todos. El egoísmo un virus todavía peor.
En la prueba que estamos atravesando también nosotros como santo Tomás, con nuestros temores y nuestras dudas nos reconocemos frágiles. Necesitamos al Señor, que ven nosotros más allá de la fragilidad una belleza perdurable. El riesgo es que nos golpee un virus todavía peor, “el egoísmo indiferente” que se trasmite al pensar que la vida mejorara, si me va mejor a mi, y se sigue hasta llegar a seleccionar a las personas, descartar a los pobres. Esta pandemia nos recuerda que no hay diferencia ni fronteras entre lso que sufren; todos somos frágiles, iguales y valiosos. Que lo que está pasando nos sacuda por dentro, es tiempo de eliminar las desigualdades.
Al mundo de los periódicos callejeros
Las personas más frágiles, los invisibles, los que no tienen domicilio fijo corren el riesgo de pagar el precio más caro. Mirar a los pobres en estos días puede ayudarnos a todos a ser conscientes de o que esta pasando.
Superar los desafíos globales
Es una oportunidad para renovar nuestro compromiso de amar nuestra casa común, cuidar de ella y de los más débiles de nuestra familia, solo juntos y haciéndonos cargo de los más frágiles podemos vencer los desafíos globales. A causa del egoísmo hemos incumplido nuestra responsabilidad como custodios y administradores de la tierra; la hemos contaminado, la hemos saqueado, poniendo en peligro nuestra propia vida.
Necesitamos una conversión ecológica que se exprese en acciones concretas. Cada uno de nosotros puede dar su pequeña contribución.
Resumidamente, el papa Francisco en el conjunto de sus mensajes nos ofrece un enfoque con algunas claves y directrices para reconstruir un mundo mejor. Lo hace sembrando esperanza en medio de tanto sufrimiento y desconcierto. No son sin embargo declaraciones voluntaristas y de optimismo ingenuo, sino que provienen de una sabiduría ético-religiosa que no puede estar ausente ante “paradigmas tecnocráticos que no son suficientes para abordar esta crisis ni los otros grandes problemas de la humanidad. Ahora más que nunca, son las personas, las comunidades, los pueblos quienes deben estar en el centro, unidos para curar, cuidar, compartir”. (Mensaje a un ejército invisible).
Este estallido de la pandemia coincide con el quinto aniversario de la encíclica Laudato Si’, acerca del Cuidado de la Casa Común, es decir de nuestro planeta que hoy está enfermo. Es una casa con muchas moradas, unas más confortables que otras, y con diversidad de creaturas –incluyendo la tierra misma– cada una con su valor que hay que cuidar y proteger. Esto supone un cambio de vida, en el modo de producir y de consumir. Es el camino que nos propone el papa Francisco después de la pandemia.
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