¿Qué sabemos acerca de los Reyes Magos y de la estrella de Belén? Pueden dividirse en dos nuestros conocimientos sobre ambas realidades. En un primer lugar, el significado de fe que tienen estos eventos en la historia de la salvación, celebrados en la fiesta litúrgica de la “Epifanía” o manifestación del Señor. Desde la antigüedad se relaciona dicha fiesta con otros dos hitos de la vida de Jesucristo: el Bautismo de Jesús y las Bodas de Caná, momentos en los cuales Jesús se manifestó públicamente como Cristo, es decir, como el Mesías esperado de Israel, como el Redentor del mundo.
En segundo lugar, podemos buscar las trazas históricas que están en la base de estos hechos, los cuales interpretamos desde la óptica de la fe. De los Reyes Magos existe una rica tradición que ha ido enriqueciéndose y perfilándose a lo largo de la historia. En la Biblia no se menciona que fueran reyes sino magos. Es Tertuliano, en torno al año 200 d. C., quien comenta “que eran considerados como reyes”. Estos datos concuerdan con lo que nos transmite Herodoto (s. V. a.C.): los magos eran estudiosos de los libros sagrados dedicados a la observación de los cielos que vivían en Media, la investigación más reciente los coloca en Babilonia o Persia.
Muy probablemente practicarían el zoroastrismo (la religión común en la tierra de donde se supone venían). La Biblia no nos ofrece el número exacto. En las representaciones de las catacumbas romanas aparecen de dos a catorce magos. Es a partir de San Beda el Venerable (s. VII-VIII) que se numeran tres con los nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar, explicando además que el último era negro. La tradición sobre sus restos también es interesante. Se encontraron en Persia, fueron llevados a Constantinopla por la emperatriz santa Elena según algunos, por el emperador Zenón según otros. De ahí a Milán en el siglo V y en el siglo XII finalmente a Colonia, Alemania, donde actualmente reposan en una de las más maravillosas catedrales del mundo.
Respecto a la estrella, Orígenes en el siglo III sugiere que se trata del nacimiento de una nueva estrella. Otros, como san Juan Crisóstomo, prefieren no buscar un fenómeno físico como base de la estrella sino un auténtico y particular milagro.
Posibles fenómenos de naturaleza astronómica que expliquen la estrella de Belén son los siguientes: nova, súper nova, cometa, estrella variable y conjunción de planetas. Gracias a los anales chinos se tienen noticias de súper novas entorno a los años 4 y 5 a. C., que podrían ser buenas candidatas a la estrella de Belén. El cometa Halley pasó muy pronto, alrededor del 12 a. C., por lo que debe ser descartado. Una estrella de luminosidad variable podría ser Mira de la constelación de la Ballena. La hipótesis más sólida parece ser la conjunción planetaria. Kepler calculó, y sus cálculos coinciden con los calendarios astronómicos babilonios, que alrededor del año 7 a.C. (fecha más probable del nacimiento de Jesús), hubo una conjunción en la constelación de Piscis entre Júpiter, Saturno y Marte, en la que además los planetas se acercaron y alejaron recíprocamente en tres ocasiones: la primera en mayo, la segunda en septiembre y la tercera hacia el horizonte, en diciembre. Explicando así los tres momentos de la historia de los Magos: puesta en marcha, ocultamiento y pregunta a Herodes, encuentro de Jesús en Belén.
Independientemente del hecho fáctico que esté en el origen de la tradición y del modo en el cual la Providencia haya dispuesto los fenómenos naturales, lo decisivo es el mensaje teológico de los mismos. En los magos, sabios de oriente, vemos cómo la sabiduría humana dirige hacia Jesús, y cómo en Jesús se cumplen las promesas de salvación hechas a Israel, pero de carácter universal. Muy pronto se empezó a considerar que cada uno de ellos venía de un continente diverso: África, Asia y Europa, que eran los conocidos en aquel momento, mostrándose así la universalidad de la salvación. Dirá Benedicto XVI “a través del lenguaje de la creación encontraron al Dios de la historia”. “Creación y Escritura, razón y fe han de ir juntas para conducirnos al Dios vivo”. Cristo es la verdadera estrella, la luz que ilumina a todo hombre y lo conduce a su plenitud, el camino que lleva a la fraternidad entre los hombres, a la paz profunda, la Verdad Encarnada que solo los auténticamente sabios, es decir los humildes, son capaces de aceptar.
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