No maternidad

Mamás vs feministas

El feminismo radical no puede disimular su incomodidad ante la celebración generalizada del Día de la Madre.

No es ningún secreto que el feminismo radical tiene declarada la guerra a la maternidad. La consideran una velada forma de opresión machista, pues el hombre adquiere dominio sobre la mujer gracias a la dependencia provocada por la maternidad. La liberación femenina exige liberarse del yugo de la maternidad o, por lo menos, adquirir el control total de la reproducción. No se trata de una distopía o de una variante de la teoría de la conspiración, pues en algunos países con fuerte impronta feminista, como España, se empieza a prohibir la celebración del día de la madre en los colegios.

El feminismo radical no puede disimular su incomodidad ante la celebración generalizada del Día de la Madre. Es una manera de constatar cómo la sociedad sigue considerando la maternidad como su más preciada joya; en efecto, nada es más valorado por la inmensa mayoría de las personas que su propia madre. No puede ser de otra forma, pues, exceptuando la primera ola del feminismo, todas las sucesivas han dedicado largas parrafadas a vilipendiar la maternidad y la familia fundada sobre ella. Acabar con las dos, o modificarlas hasta hacerlas irreconocibles, ha sido uno de los objetivos programáticos de este movimiento.

Friedrich Engels, Margaret Sanger, Simone de Beauvoir, Shulamith Firestone, Kate Millet, Betty Friedan y un largo etcétera, han preconizado la necesidad de acabar con la maternidad y la familia, o modificarlas radicalmente. Como botón de muestra sirvan las siguientes referencias: “Lo más misericordioso que una familia hace a uno de sus miembros más pequeños es matarlo” (Margaret Sanger), y Simone de Beauvoir no se queda atrás: “No se debería permitir a ninguna mujer quedarse en casa para criar a sus hijos… Las mujeres no deberían tener esa opción, precisamente porque si existe tal opción, demasiadas mujeres la van a tomar”. Es decir, muchas mujeres –la mayoría en realidad– no aceptan las descabelladas doctrinas de los íconos del feminismo, y ellas eran bien conscientes de ello, por eso precisaban imponer su ideología.

Ahora bien, tristemente parece que, con el paso del tiempo, estas feministas radicales están consiguiendo su objetivo. En efecto, la “aldea global”, el mundo que se ha empequeñecido merced a los adelantos tecnológicos, se ha uniformizado. Se difunden estereotipos canónicos de comportamiento bastante rígidos, y en ellos las feministas están bien posicionadas. Sea por el lado de imitar los roles tradicionalmente masculinos (piénsese, por ejemplo, en “Capitana Marvel”), como por eludir los femeninos e infravalorarlos. Quizá el logro más patente de esta estudiada campaña, que ha permeado hasta en el lenguaje coloquial, es la expresión: “Y tú, ¿cómo te cuidas?”, refiriéndose no a ladrones, asaltantes, narcos o violadores, sino ¿cómo te cuidas de quedar embarazada?, es decir, ¿cómo te cuidas de los hijos? Se teme a los niños como al mismísimo demonio.

El hecho es que muchas mujeres jóvenes ya no ven en la maternidad una opción vital, atractiva, una forma de realización personal. Obviamente quieren y valoran a su madre, pero la maternidad ya no es para ellas. En cierta aula universitaria pregunté hace poco, “¿cuántas de ustedes quieren ser mamás?” Menos de la mitad. “¿Cuántas quieren casarse?”, un poco menos todavía. Además, no todas las que querían casarse deseaban ser madres, y no todas las que querían tener hijos deseaban marido. Poco menos de un cuarto querían casarse y tener hijos. Es estremecedor el panorama que eso presenta para la sociedad y para la mujer, pues a la larga puede generar una dolorosa carga de soledad, amargura y resentimiento en muchas de ellas, cuando ya no haya nada que hacer para remediarlo.

Es una pena, pues gracias al avance tecnológico la opción entre maternidad y realización profesional es, en realidad, una falsa disyuntiva. Gracias al home office y a los estudios on-line, una mujer puede trabajar o hacer un doctorado en su propio hogar. Es verdad y es inevitable que la maternidad exige sacrificio, esfuerzo, auténtico amor. Es incompatible con la comodidad o el egoísmo, a pesar de todos los avances tecnológicos. Por eso, es una honda pena humana que se vaya perdiendo la forma más pura de amor desinteresado. En Latinoamérica todavía, sin embargo, la maternidad se la valora hondamente. Todavía, también, se sufren los rezagos del machismo, que orilla a muchas mujeres a ser madres solteras, ante la irresponsabilidad del varón, que con frecuencia se desentiende de los hijos. Quizá esa actitud desaprensiva del hombre ha fomentado indirectamente la fobia feminista a los hijos. La sociedad, sin embargo, tiene con todas las madres, especialmente con aquellas valientes que solas han sacado adelante un hogar, una deuda impagable y, por ello, un inmenso y asombrado reconocimiento. Es justo hacerle eco con el “Día de la Madre”.

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