Martirio y suicidio

Una confrontación entre Maximiliano María Kolbe y Janeth Adkins

Si bien existe un punto en el que se encuentran tanto Adkins como Kolbe, el de la finitud humana y el del hambre de una vida digna, son más los puntos en que el uno diverge del otro. Habría que empezar por decir que a diferencia de Adkins, el santo polaco no quería morir, pero sin embargo se alistó para renunciar a la vida. Aunque suene paradójico, en la muerte, que el mártir no busca pero acepta manso y humilde, en este tipo de hombres y mujeres hay parte de la grandeza de vivir radicada en la justicia y el amor, aunque ello les cueste la vida, es decir, hasta las últimas consecuencias.

Estar en medio de dos circunstancias que nadie ha buscado, pero que sin embargo nos afectan, como es el caso de las que vivieron el sacerdote polaco Maximiliano María Kolbe y Jante Adkins, nos hace sentir, en todo su esplendor, la finitud de nuestra condición humana y de la vida como regalo que únicamente tiene sentido si se vive como don. Para el mártir, y eso es motivo de orgullo, existen valores supremos que deben se cuidados, aun poniendo en riesgo la propia integridad, mientras que para esta mujer norteamericana, en una evidente actitud de egoísmo, lo que hay es preferencia por el proyecto personal; la vida que no vale la pena ser vivida porque no corresponde a mis expectativas.

Ningún hombre, aún en el caso más excepcional, puede disponer de la vida, puesto que ésta es un don y como don precisa ser vivida. Vale la pena entonces recalcar que el mártir no está cansado de vivir, no desea la muerte, pero con su gesto afirma lo más grande que tiene la vida: la fidelidad, la justicia y la verdad. No renuncia a vivir, sino que se dispone en esta aceptación de algo injusto a una vida plena. Una respuesta clara.

Retomando estas dos historias, donde casi todo indica que el tema central es la muerte, parece que hay momentos en los que la sociedad y sobre todo la Iglesia parecen ser contradictorias, pues por un lado se oponen a la muerte asistida y a la decisión de alguien de acabar con su vida cuando así lo considere necesario, pero por otro engrandecen a aquellos hombres y mujeres que pudiendo vivir, deciden inmolar su vida en el altar del martirio.

Pero habría que dejar en claro que aunque la vida es sagrada, para el mártir no es el valor supremo que agota todo: en el horizonte de los mártires Dios es la referencia, en el de los que están cansados de vivir, esta referencia es su propia condición limitada, he ahí el porqué uno acepta la muerte sin pedirla, esperando la vida plena; y el otro la pide y la desea, porque teniendo a su vida como fundamento se cree dueño de ella y con poder sobre su muerte.

 

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