Don Christophe Pierre, al ser condecorado por el gobierno mexicano con la Orden Mexicana del Águila Azteca, señaló que no hay más camino a la paz y la justicia que promover la cultura del encuentro. A su vez, nuestra canciller Claudia Ruiz Massieu, con la elegancia que la caracteriza, reconoció su calidad humana y capacidad para construir puentes. Así, en aras de tender puentes, abrir diálogos y buscar encuentros, propongo estas reflexiones sobre el matrimonio y la familia.
1.- Los seres humanos anhelamos una vida llena de verdad, bondad y justicia, vivida en una comunidad en la cual encontremos respeto, solidaridad, amor, compasión, auxilio y defensa, para desarrollar lo mejor de nuestras capacidades, en servicio del prójimo. Las ciencias sociales, la experiencia histórica y la vida cotidiana nos demuestran que esta comunidad es la familia, fundada a partir de la unión de un hombre y una mujer. No existe otra que reúna similares características. No puede ser reemplazada y cuando se destruye, la sociedad en su conjunto se colapsa. Esto quedó demostrado por los experimentos de ingeniería social llevados a cabo por regímenes autoritarios, sonadamente fascistas y comunistas. Al final, lo único bueno que permanece es lo que perdura de la familia natural.
2.- El sentido común nos dice que, instituciones sociales tan importantes al bien social y personal, preexistentes a cualquier forma estatal, deben ser protegidas, apoyas, fortalecidas y promovidas, alejándolas de cualquier experimento ideológico. Como dijimos la semana pasada, la imaginación jurídica y la flexibilidad del derecho civil abren el camino para crear nuevas instituciones que protejan nuevas situaciones, como la unión entre personas del mismo sexo. Pues bien, en esto precisamente consiste la sencilla propuesta que los católicos hacemos a la sociedad.
3.- Esta propuesta se sustenta en la razón, alimentada por la experiencia histórica y cotidiana, así como por estudios sociológicos muy serios que demuestran la relación directa entre bienestar social y estabilidad familiar, y de ésta con el matrimonio (natural, civil o religioso) formado por un hombre y una mujer. (Ver los estudios recientes de Fernando Pliego, investigador del IIS-UNAM).
4.- Esta propuesta encuentra en la fe otra fuente importante de articulación. Nos damos cuenta que, las relaciones que reportan el mayor bien personal y social, también son queridas por Dios, según lo propuso y defendió Jesús de Nazaret con su predicación, milagros y actitudes hacia las personas.
5.- Esta propuesta no pretende imponer mi personal fe a los demás; como tampoco se trata de un artilugio armado por una razón autorreferencial, encerrada en sí misma, ideologizada. Se trata de la búsqueda del bien común. Querido lector, tal vez usted no esté de acuerdo con que Jesús sea el hijo de Dios; pero podemos convenir en la bondad del mismo Jesús y, por supuesto, en la razonabilidad de esta propuesta. Entonces, habremos construido un puente de encuentro, incluso en nuestros desacuerdos. La razón y la fe siempre entran en diálogo, porque la verdad no puede estar en pleito consigo misma.
6.- Esta propuesta cobra relevancia porque hoy, principalmente en la cultura occidental, estas instituciones son agredidas de tres maneras convergentes: un sistema económico que privilegia el dinero sobre la persona y que hace polvo la convivencia matrimonial y familiar; la imposición del aborto, la eugenesia y la eutanasia que privan del valor de la vida a infantes, enfermos, discapacitados y ancianos; por ideologías que las vacían de significado hasta convertirlas en cualquier cosa, reduciéndolas a objetos desechables en la cultura del descarte. Amenazas proféticamente denunciadas por el Papa Francisco en su última Exhortación Apostólica.
7.- Los católicos queremos recorrer solidariamente el camino junto a tanta gente herida y descartada, pues compartimos su misma suerte; queremos ayudar a cruzar este río de aguas turbulentas, tan lleno de injusticias, para alcanzar mejores tierras. La Iglesia quiere ser la barca que nos permita cruzar de una rivera a otra.
Frente a la imposición autoritaria del pensamiento único, es importante darnos cuenta que sí existe una alternativa abierta a una auténtica pluralidad, capaz de tender puentes de encuentro. Esta es la invitación que hacemos los católicos, en ejercicio de nuestra ciudadanía, la cual, estoy seguro, podrán compartir mis demás hermanos cristianos, pertenecientes a diversas congregaciones e Iglesias, así como hermanos miembros de otras religiones, ateos y agnósticos en busca de soluciones centradas en la razón y la justicia. Un asunto, como vemos, de sentido común.
@voxfides
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