Pocos días después de que apareciera en las salas de cine la película Minions, comenzó a circular en las redes sociales un rumor acerca de un supuesto origen nazi de los peculiares muñecos amarillos. Se decía que la palabra minion es de origen alemán, que significaba esbirro, y que se trataba de experimentos que científicos nazis hacían con niños judíos durante el periodo del holocausto. Para reforzar la idea se usaba como una fotografía referencial que daba la impresión de verdad:
“¿Sabías que se denominaban “minions” a los niños judíos que eran usados por los nazis para experimentos científicos?”, decía el post que acompañaba a esta foto.
En realidad la fotografía correspondía a buzos británicos de la Marina Real. Más allá de este hecho y el alcance literalmente mundial que logró el rumor, resulta interesante una reflexión en torno a la credibilidad que muchos dan a publicaciones que aparecen en las redes sociales.
La impresión es que las cosas publicadas ahí se dan por ciertas sólo porque resultan creíbles y verosímiles. Mientras que en otros ámbitos de la realidad humana (piénsese por ejemplo en la religión) se da una actitud de confrontación las más de las veces crítica, no parece que las personas se coloquen con la misma actitud respecto a otras realidades humanas y se caiga así en la credulidad más insana. Digo insana porque se termina por dar por cierto cosas que exigirían al menos un poco de investigación.
No está de más recordar que las redes sociales han facilitado la difusión del saber, pero en no pocos casos también el de perder una cierta capacidad crítica que no da inmediatamente por ciertas las cosas sólo por el hecho de que aparecen en algo no siempre fiable como un perfil de Facebook.
@voxfides
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