Mostrar el rostro de Cristo. “Alegraos y regocijaos” (3)

1)   Para saber

De manera muy clara el Papa Francisco nos ejemplifica cómo, con pequeños pasos, se progresa en el camino que lleva a la santidad: “Una señora va al mercado a hacer las compras, encuentra a una vecina y comienza a hablar, y vienen las críticas. Pero esta mujer dice en su interior: «No, no hablaré mal de nadie». Este es un paso en la santidad. Luego, en casa, su hijo le pide conversar acerca de sus fantasías, y aunque esté cansada se sienta a su lado y escucha con paciencia y afecto. Esa es otra ofrenda que santifica. Luego vive un momento de angustia, pero recuerda el amor de la Virgen María, toma el rosario y reza con fe. Ese es otro paso. Luego va por la calle, encuentra a un pobre y se detiene a conversar con él con cariño. Ese es otro paso” (“Alegros y regocijaos”, n. 16).

Y así, con pequeños pasos que están al alcance de todos, día a día, en medio de las realidades cotidianas, obrando en cada momento según la voluntad de Dios, se llega a la santidad.

2)   Para pensar

La santidad será llevar a cabo la misión para la que el Señor nos ha creado: somos un proyecto de Dios Padre para reflejar y encarnar un aspecto del Evangelio, y más en concreto, de Cristo: “la santidad se mide por la estatura que Cristo alcanza en nosotros”.

San Benito de Labre (1748-1783) fue un santo francés que se le conoce como el “santo mendicante”. Benito era el mayor de una familia de quince hijos, y decidió entregarse al Señor atendiendo a los a los pobres, y yéndose a vivir con ellos como un mendigo. Incluso el producto de su mendicidad se lo ofrecía a otros pobres.

Cuando murió Benito, se buscó ansiosamente una imagen suya. Pero, ¿dónde encontrar el retrato del mendigo? Entonces alguien recordó que un conocido pintor romano, Cavallucci, años antes, cuando quiso pintar un Cristo, no encontraba un rostro que mostrara su humildad y mansedumbre. Entonces, al fin, encontró a Benito. Al pintor le pareció un modelo ideal para su propósito, pues su cara traslucía una intensa espiritualidad. Y así, encontraron el rostro del santo que se conserva hasta nuestros días.

Los santos nos enseñan cómo lucharon por mostrar a Cristo. Pensemos en qué medida nuestra vida se asemeja a la de Cristo.

3)   Para vivir

El Papa nos indica que la santidad es hacer vida nuestra los diferentes aspectos de la vida de Cristo: puede implicar replicar su vida oculta o su vida comunitaria, su pobreza, su humildad, su cercanía con los últimos, su misericordia o asociarnos a su muerte y resurrección, pues “todo lo que Cristo vivió hace que podamos vivirlo en él y que él lo viva en nosotros” (Ibid, n.20).

El Papa nos indica: “pregúntale siempre al Espíritu qué espera Jesús de ti en cada momento de tu existencia y en cada opción que debas tomar… y permítele que forje en ti ese misterio personal que refleje a Jesucristo en el mundo de hoy”. De esa manera viviremos con la paz y la alegría que nos da el ir por el camino seguro.

 

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