1) Para saber
En su catequesis en la Audiencia General, el Papa Francisco animó a no dejarse arrastrar por tristeza y por la nostalgia. En cambio, miremos con esperanza cristiana hacia la vida futura prometida por Jesús.
Algunos piensan que la felicidad es algo pasado, y que después solo viene una lenta decadencia. Otros creen que la alegría es solo algo pasajero, pero luego viene el ‘sin sentido’. Pero el Papa nos anima a no caer en ese pesimismo. Creemos que en el horizonte del hombre hay un sol que ilumina para siempre. Creemos que nuestros días más bellos aún están por venir.
El Pontífice nos invita a preguntarnos si somos personas de primavera o de otoño. La primavera espera las flores, los frutos, el sol, que es Jesús; en cambio, el otoño es andar con la mirada baja, amarillenta…, ir con la cara de ‘pimiento en vinagre’.
2) Para pensar
Nuestra fe nos lleva a ser gente más de primavera que de otoño. A saber contemplar los brotes de un nuevo mundo, en lugar de las hojas amarillentas de las ramas. Nosotros no lloramos con nostalgia, arrepentimiento y lamentaciones: sabemos que Dios quiere que heredemos una promesa y que cultivemos sueños de forma incansable, y por ello cabe el optimismo y la alegría a pesar de dolores.
Quienes conocieron a Santa Teresita del Niño Jesús, dicen que siempre estaba risueña y de buen humor. Un día le preguntaron cuál era su secreto. Ella contestó: “Es que las cosas suceden siempre como yo deseo”.
Entonces le replicaron, “Pero es imposible; eso no puede ser. No puede ser que todo salga siempre como tú quieras”.
Pero Santa Teresita les aclaró: “Sí es posible. Es que yo quiero siempre lo que Dios quiere, y acepto en cada instante lo que Él permite que suceda, porque sé que todo lo permite para nuestro mayor bien. Y así, nunca sucede nada que yo no quiera, porque solamente ocurre lo que mi amadísimo Padre celestial permite que suceda”.
Muchos malestares vienen por faltarnos esa docilidad y visión sobrenatural al querer de Dios.
3) Para vivir
El Papa Francisco subrayó que “creemos y sabemos que la muerte y el odio no son la última palabra pronunciada sobre la vida humana. Ser cristianos implica una nueva perspectiva: una mirada llena de esperanza”.
No se trata de cerrar los ojos ante las injusticias y angustias del mundo, pero el Reino de Dios está creciendo como un gran campo de grano, a pesar de que haya malas hierbas. Al final, el mal será eliminado. Hay que recordar que “hay un Padre que llora lágrimas de infinita piedad por sus hijos. Un Padre que nos espera para consolarnos, porque conoce nuestros sufrimientos y ha preparado para nosotros un futuro diferente. Esta es la gran visión de la esperanza cristiana… Dios nos ha creado porque nos quiere felices”.
Por ello, recordó que “no es cristiano caminar con la mirada baja, sin alzar los ojos en el horizonte, como si nuestro camino se hubiera acabado aquí”.
Jesucristo es la gracia más grande de la vida, que ya ahora nos acompaña y nos consuela en el camino. Y será bello descubrir al final que nada se ha perdido, ninguna sonrisa, ninguna lágrima”, todo tuvo su valor y su sentido.
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