Otro escalón siniestro ( 2ª parte)

Un atentado contra la dignidad humana es embrutecer la capacidad de razonar de los individuos y debilitar su voluntad.

Autorizar la droga denominada mariguana va a ser, Dios no lo permita, el primer paso para después, bajo pretexto de la libertad y preferencia de los pseudoconsumidores, autorizar la venta “para consumo personal” de otras drogas como la cocaína, heroína, etc.

Si no nos oponemos como sociedad y con una opinión mayoritaria a esta situación deleznable, continuaremos bajando a un sótano tenebroso donde habita el maligno.

Si de por sí, la sociedad actual está colapsada por un desenfrenado consumo de alcohol, es triste y alarmante que hay una competencia entre niñas adolescentes y varones de ver quién bebe más, pues lamentablemente lo toman como un reto.

No se les orienta que los verdaderos retos son principalmente el cumplimiento de las propias responsabilidades para precisamente ser felices y no con alcohol y drogas, que lo único que hacen es exacerbar los sentidos y debilitar la voluntad.

¿Qué haremos, nos quedaremos de espectadores cruzados de brazos para exponer a que nuestra sociedad baje otro escalón al infierno?

El infierno es una realidad en el más allá, pero también se puede empezar a vivir desde esta vida con más brotes de inseguridad, violencia, secuestros, crímenes y otros males sociales. Lo que significa la realidad de un mal social es la real intención y acción del demonio; ¡No hay otra conclusión!

La solución no es que usted amable lector, lea este sencillo artículo y tal vez lo comente con su familia. Hay que aprovechar esta bendición de Dios que se llama capacidad de hablar, para que comunique como un deber social, a sus trabajadores, colaboradores y amistades, a que se informen lo más que puedan (recomiéndeles acceder a este sitio voxfides.com), para que a través de las enseñanzas del Santo Padre Francisco se acerquen a la cultura del amor y la verdad.

Contra el mal, el único antídoto es el bien que no se alcanza con buenos propósitos humanos, lo cual sería caer en un humanismo, sino en la ferviente y continua búsqueda de Dios, a través de la práctica de sus mandamientos.

Dios no nos quiere ni amordazar, ni controlar, ni manipular y mucho menos amenazar. Él quiere porque nos ama que seamos desde esta vida felices en lo posible, con las penas propias de nuestra naturaleza humana, consecuencia del pecado original, pero nos da la oportunidad de ser libres para amar o para ser egoístas; esta es la paradoja entre la lucha del bien y el mal.

La solución es buscar frenar e impedir estas propuestas injustas e irracionales, y esforzarnos por seguir la enseñanza de Jesucristo, imitándole y reflexionando que también desde ahora podemos vivir la vida eterna cuando recibimos la Sagrada Eucaristía. ¿Cómo saberlo? Cristo mismo nos lo dice en su oración sacerdotal, “ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo” Juan (13, 3).

 

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