En la Catedral del Burgo de Osma (provincia de Soria, norte de España) Juan de Palafox y Mendoza fue declarado beato. México, y en especial la Ciudad de Puebla, recuerdan bien a este arzobispo que, durante 14 años, guio el quehacer de la Iglesia en Puebla. No sólo destacó en la labor pastoral, sino también en el ámbito social, político y educativo.
Nacido en 1600, en la localidad Navarra de Fitero (España), hijo de Don Jaime Palafox, Marqués de Ariza, Juan de Palafox y Mendoza, perteneció a la nobleza. En 1626 fue diputado y después fiscal de los consejos de guerra e Indias que en esa época eran las instituciones que manejaban las colonias Españolas. En 1639 fue presentado por el rey como Obispo de Tlaxcala (cuya sede era la Ciudad de Puebla de los Ángeles), en Madrid. Siendo confirmado por el Papa Urbano VIII, el 27 de octubre de ese mismo año.
Virrey de la Nueva España del 10 de junio de 1642, al 23 de noviembre del mismo año. Nombrado también arzobispo de la Ciudad de México, cargo que no pudo ejercer por estar en Puebla. Murió en Burgo de Osma, Soria, España, en 1659. Trece años después se abrió su proceso de beatificación. El 26 de febrero de 2009 poco más de trecientos años después, el Vaticano reconoció como milagrosa la curación de un sacerdote, enfermo de tuberculosis por la intercesión de Juan de Palafox, la sanación de Don Lucas Fernández de Pinedo, un sacerdote de 66 años de edad originario de la diócesis de Osma (España), de la cual Palafox fue prelado tras su paso por México, en noviembre de 1766. El párroco había sido desahuciado por los médicos tras 40 días de lucha contra una probable forma de tuberculosis, incurable en aquella época. Gracias a una reliquia de Palafox que le proporcionó a Don Lucas su sobrino también sacerdote, al encomendarse a su intercesión el enfermo sanó milagrosamente.
En Puebla fundó el Convento de religiosas dominicas de Santa Inés; redactó constituciones para el seminario de San Juan y erigió los colegios de San Pedro (para gramática, retórica y canto llano) y el de San Pablo (para grados académicos) al que dotó de una excelente biblioteca que se conserva hasta la fecha en el edificio que albergó al colegio, y que se ha denominado Biblioteca Palafoxiana. Creó el colegio de niñas dedicado a la Purísima Concepción y dedicó sus mejores esfuerzos a terminar la Catedral, que consagró el 18 de abril de 1649.
En 1653 el Papa lo trasladó a su país natal como obispo de Osma tras diferencias con Jesuitas y Dominicos, por permisos de confesión y predicación por rectitud de doctrina y asuntos económicos; Ernesto de la Torre Villar historiador de la UNAM, dijo “Palafox tenía un anhelo por enderezar la administración pública Novohispana y los vicios del Clero sumido en pésimos hábitos y costumbres”.
Para los biógrafos e investigadores, resulta sorprendente que Juan de Palafox y Mendoza, aunque hubiera acumulado los máximos poderes civiles y eclesiásticos en América, nunca los usara para beneficio personal, sino que siempre los utilizó al servicio del bien común y del bien de sus feligreses. Juan Pablo Salazar Andreu, investigador y autor de varios textos historiográficos sobre el beato, dice sobre él que: “Juan de Palafox fue un extraordinario obispo, magnífico pastor, excelente funcionario público, patrocinador de la cultura y las artes, enamorado de los indígenas, escritor prolífico, comprometido con su entorno social, indudablemente un hombre ejemplar para la santidad y, sobre todo, para México”.
Al referirse a las delicadas encomiendas que Palafox realizó en la Nueva España, Salazar recuerda que tuvo que auditar los gobiernos de tres virreyes. En varios, encontró serios problemas de corrupción y abusos de autoridad y, aunque algunos poderosos y enriquecidos funcionarios le sugirieron diferentes “arreglos” de mutuo interés, Palafox no cedió a la ilegalidad o a la inmoralidad de actos corruptos. Al contrario, en medio de tareas muy difíciles sufrió la persecución y la difamación por parte de sus enemigos. El pontífice Benedicto XVI calificó a Juan de Palafox como “luminosa figura de obispo del Siglo XVII en México y España”, “un hombre de vasta cultura y profunda espiritualidad, gran reformador, pastor incansable y defensor de los indios”.
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