Después del ruido y expectativas del Sínodo sobre la Amazonia, antes y después del mismo, el papa Francisco ha dado a conocer la exhortación apostólica Querida Amazonia, en donde define los criterios apostólicas y de Doctrina Social con los que propone enfrentar lo que califica como su sueño para esa zona del continente americano y que también podrían servir de referencia a otras zonas donde las personas y la ecológico se encuentran en riesgo no sólo local, sino con toda la madre tierra, como se le denomina afectivamente.
Querida Amazonia está en continuidad y sintonía con la encíclica Laudato si, del propio papa Francisco y no es un documento ecológico, como muchos pretenden presentarlo, sino una aplicación de la Doctrina Social de la Iglesia a una problemática de relación del hombre con sus semejantes y con la naturaleza, desde la perspectiva del don de Dios que es ésta para ser administrada para el bien común, pero de la cual se ha abusado en perjuicio de las personas y de numerosas regiones del planeta, poniendo en riesgo el futuro de la humanidad.
Hay, pues, que acercarse a esta exhortación apostólica desde esa perspectiva. También es importante distinguir el documento papal de las conclusiones que se adoptaron en el Sínodo y que no constituyen magisterio, sino observaciones y sugerencias que fueron puestas a consideración del papa, algunas de las cuales pueden ser consideradas como reflexiones, pero la definición eclesial únicamente es la que hace el papa.
Conviene esta aclaración debido a que antes, durante y después del Sínodo se hicieron planteamientos y presiones respecto de algunas definiciones que afectaban al ser de la Iglesia y que, finalmente, no han sido asumidas por el Papa e, incluso, algunas han sido claramente rechazadas. Me refiero al tema del celibato sacerdotal y a la propuesta de crear diaconisas.
En la actualidad se ha popularizado que se “litigue” en los medios de comunicación para promover temas de doctrina eclesial a fin de que la Iglesia se “adapte” a las realidades del mundo o mundanas, a fin de que sea “aceptada” por quienes comparten la mentalidad de la modernidad o posmodernidad y les “estorban” algunas definiciones eclesiales. En el fondo, se trata de introducir a la vida de la Iglesia una mentalidad democrática donde sería la mayoría de las opiniones lo que debería prevalecer. Se olvida, sin embargo, que no es así la vida de la Iglesia, aunque no por ello deja de ser importante la escucha que los papas hacen de prelados y fieles acerca de los temas que afloran y afectan al cumplimiento de la misión de la Iglesia.
En esta ocasión, como ocurrió en el caso de la encíclica Humanae vitae del papa san Paulo VI, la consulta a una comisión o al mismo Sínodo han registrado opiniones mayoritarias que son rechazadas. El tema de los anticonceptivos, abordado por la Humanae vitae, no sólo sirvió para rechazar estos métodos como lícitos en la vida conyugal para el control natal, que la Iglesia también desaprueba como mentalidad, sino que fue una gran oportunidad aprovechada por san Paulo VI para exponer profundas reflexiones sobre el matrimonio cristiano y las relaciones entre los esposos, así como para advertir acerca de los peligros que se preveían –y que la historia ha demostrado que eran ciertos– para la familia y la fidelidad conyugal.
En continuidad con el magisterio que le precede, el papa Francisco rechazó que los diáconos permanentes que son casados, considerados como viri probati, pudieran ser ordenados sacerdotes para atender a los fieles aislados en la amazonia. Quienes promovían esta tesis y muchos de los cuales no forman parte del área geográfica sobre la que se realizó el Sínodo, en realidad pretendían introducir una cuña para generalizar esta medida, pues no sólo en la Amazonia existe insuficiencia de sacerdotes y con ese motivo se buscaría adoptar esta medida.
Previamente el papa había mandado la señal, citando a Paulo VI, de que no estaba a favor de esa medida y, sin embargo, el número de votos a favor de la misma fue numeroso. Esto, sin duda, sirve de termómetro al sumo pontífice para “medir” cómo y cuál es la mentalidad entre cardenales, obispos, sacerdotes y laicos respecto de la doctrina de la Iglesia y la aceptación fiel de la misma.
Otro tanto podría decirse respecto de las “diaconisas”, que a su vez se buscan como un primer paso para crear sacerdotisas, como ya ocurre en algunas iglesias cristianas. Tampoco en este tema el papa Francisco se dejó presionar como si el número y no la doctrina fuera el método de definición de la doctrina de la Iglesia. Tanto los concilios como los sínodos, se hacen con Pedro y bajo Pedro, de tal suerte que es el papa quien, finalmente, tiene la autoridad y la definición final, aunque hoy, como en el pasado, su decisión no sea popular.
Lamentablemente quienes actúan bajo la idea de que presionando y haciendo públicas sus ideas a través de los medios de comunicación es como se configura la vida eclesial, no entendieron o atendieron la carta que el Papa Francisco envió al Episcopado Alemán que, por su lado, se inventó un “sínodo” local con tesis parecidas o más “avanzadas”, que han sido definidas y redefinidas por el Magisterio, y respecto de las cuales indebidamente hay resistencia.
Querida Amazonia y el Sínodo que la precedió, son una lección más para aquellos que pretenden una hermenéutica de ruptura con el pasado a una hermenéutica de la continuidad.
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