Amonestar al presidente

¿Quién y cómo debe amonestar al presidente?

La victoria de Joe Biden sobre Donald Trump ha sido causa de serios disturbios sociales en los Estados Unidos. Basta recordar la toma violenta del Capitolio en Washington. Seguramente el nuevo presidente centrará sus primeras baterías en tratar de restaurar la unidad de la ciudadanía. Pero la toma de posesión del que fuera vicepresidente con Barack Obama no sólo se realizó ante una ciudadanía norteamericana dividida, sino que como efecto secundario de la fe católica de Biden, la Iglesia de ese país dejó ver lamentables desgarrones en su tejido comunitario y en su unidad. El Arzobispo José Gómez, de Los Ángeles, quien preside actualmente la conferencia episcopal de esa nación, envió una carta al nuevo inquilino de la Casa Blanca en la que, por un lado, le manifestó el deseo de los obispos de colaborar con su gobierno en la construcción del Bien Común, y por el otro, le advirtió, en términos muy claros y fuertes, que su fe católica, la del presidente, debe abarcar todos los aspectos de su vida y que consecuentemente debe actuar siempre de acuerdo a los principios doctrinales y morales de la Iglesia católica. Esta advertencia la hace el Arzobispo Gómez en relación a las posiciones abiertamente pro abortistas de Biden, el cual, para colmo, se escogió como vicepresidenta a una furibunda defensora del aborto.

La carta en cuestión, como era de esperarse, no ha recibido respuesta de la Casa Blanca, y los medios no le han dedicado mayor atención. No obstante, varios obispos de aquel país se mostraron inconformes con el contenido de la carta, juzgándola demasiado fuerte, hasta agresiva. A un jefe de Estado no se le trata de ese modo, parecen decir los inconformes, a pesar de que la carta había sido aprobada por la conferencia episcopal y validada en Roma. De hecho, previo a la carta de los obispos de su país, Biden había recibido una de parte del papa Francisco, en la que éste lo felicitaba por su elección. Esta última misiva, al contrario de la del Arzobispo de Los Ángeles, no contiene advertencias ni amonestaciones. Los obispos inconformes con la carta del Arzobispo Gómez obviamente hubieran preferido que esta última se pareciera en tono a la carta papal. Pero muchos católicos se mostraron decepcionados por la carta del Sumo Pontífice. Ellos hubieran querido que también el papa le hubiera jalado fuertemente las orejas al presidente Biden, tal como lo hizo el líder de los obispos americanos. Pero, ¿quién debe amonestar al presidente? ¿Cómo?

La carta del papa era, más que un documento pastoral, un mensaje de un jefe de Estado a otro. La carta de los obispos es un escrito pastoral, concreto, dirigido a un miembro relevante de su grey. Esto, evidentemente, modifica esencialmente el carácter y, obviamente, el estilo y tono de cada misiva. El papa dejó que los obispos del país del presidente ejercieran su oficio pastoral. Ellos son sus pastores inmediatos; la conversión y, eventualmente, la salvación, del presidente de EUA depende más directamente de los obispos americanos que del papa. Por otra parte, en un tono muy distinto, claro, el Santo Padre no se contentó con felicitar a Biden; le recordó las obligaciones y la finalidad de su encomienda, y la necesidad de poner atención especial al cuidado de los “sin voz”, entre los cuales definitivamente se encuentran los bebés que están por nacer.

La exhortación que hace san Pablo a Timoteo: “Proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, amenaza, exhorta con toda paciencia y doctrina”, es válida para todo obispo, y quién mejor que el obispo local para aplicarla a casos particulares. Y esto nos lleva a una cuestión que creo estará en la mente de muchos, tanto en Estados Unidos como fuera de él, por el precedente que pueda sentar.

¿Qué trato van a dar los obispos de Estados Unidos a Joe Biden cuando este participe en la Eucaristía en sus respectivas diócesis? Se dice que él no falta nunca a misa dominical, pero es evidente que, a partir de ahora, por su trabajo deberá hacerlo casi siempre en distinto sitio. Lamentablemente, sus posiciones en pro del aborto parecerían ponerlo en la lista de quienes no pueden recibir la comunión.

“La conciencia cristiana bien formada no permite a nadie favorecer con el propio voto la realización de un programa político o la aprobación de una ley particular que contengan propuestas alternativas o contrarias a los contenidos fundamentales de la fe y la moral”. Eso lo enseña la Nota Doctrinal del Vaticano sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política. El mismo documento amplía: “Quienes se comprometen directamente en la acción legislativa tienen la «precisa obligación de oponerse» a toda ley que atente contra la vida humana. Para ellos, como para todo católico, vale la imposibilidad de participar en campañas de opinión a favor de semejantes leyes, y a ninguno de ellos les está permitido apoyarlas con el propio voto”. Quien así lo hace se coloca pública y frontalmente contra la voluntad de Dios; se coloca en “situación objetiva de pecado público mortal” –como explica la conferencia episcopal de España– al que se le debe negar la comunión.

¿Todos los obispos y sacerdotes americanos se ajustarán a ese criterio cuando Biden se acerque a comulgar? ¿Algún obispo se acercará al presidente para aconsejarle que mejor, calladamente, se abstenga de comulgar? ¿Y le hará caso el presidente? ¿O estará éste convencido, como muchos otros políticos en el mundo, que la vida de fe y la vida pública deben marchar por caminos separados?

 

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