Experiencia religiosa

Retiro espiritual

Una aguja en un pajar, un garbanzo de a libra, una oportunidad a no desperdiciar, todo eso y más es un retiro espiritual de silencio, en medio de nuestro mundo ajetreado y caótico. Al redactar estas líneas me estoy tomando un intervalo dentro de mi retiro espiritual de silencio, con la necesidad de compartir la profunda experiencia espiritual que estoy viviendo, y junto conmigo otras 28 personas.

No se trata sólo del lugar, una hacienda en medio del campo apacible y silencioso, no es solo el comer bien, con calma, sin prisas, dormir excelentemente bien gracias al silencio redundante, es todo un clima, una atmósfera espiritual, que raramente se encuentra y se valora en un mundo donde lo importante es el instante y correr, no se sabe muy bien hacia dónde. El silencio y el clima de recogimiento espiritual marcan la diferencia y ofrecen un producto rarísimo y por ello valiosísimo en nuestro mundo estresante y competitivo.

Escribo estas líneas con la ilusión de animar a quien se encuentre vacilante para asistir a un retiro –siempre hay pendientes, excusas comprensibles-, y de animar a buscar esta maravillosa oportunidad a quienes no la tengan tan a mano. Vale la pena el esfuerzo de desconectarse del mundo unos días y descubrir, maravillados, que el mundo sigue girando perfectamente, para bien o para mal, sin nosotros. Pero que, en cambio, nosotros salimos enriquecidos y fortalecidos de ausentarnos por unos días, para volver con nuevos bríos a la palestra de la sociedad, la cultura, el trabajo, la familia, de donde no queremos desertar, sino simplemente tomar un respiro para volver con más claridad de mente y más fuerzas para hacer realidad nuestros sueños y, lo que es más importante, los sueños de Dios.

¿Cómo es esta experiencia? Se trata, valga la redundancia, de retirarse a un lugar aislado y tranquilo, si es posible sin conexión a la red o con pésima conexión a la misma –como es mi caso-, porque si no, seguimos estando en el mundo a mitad del campo. Ir a un lugar tranquilo, silencioso, sin conexión, ¡no es poca cosa! Aparcar nuestros pendientes y problemas, ya regresaremos para hacerles frente, no nos estamos convirtiendo en cartujos, nuestra marcha es breve, un fin de semana o, si tienes la oportunidad como yo, una semana desconectados y cargando baterías interiores.

El silencio es el portero de la vida para adentro. Es la oportunidad de no mirar hacia afuera, sino hacerlo hacia adentro de nosotros mismos, hurgar en nuestro interior para ver qué encontramos o, mejor dicho, a quién encontramos. Es un viaje al fondo de nuestra interioridad, pero no para satisfacer nuestra curiosidad o para creernos el ombligo de la creación, sino, y aquí está parte de la maravilla y del secreto, para encontrar a Dios en lo más profundo de nosotros. En ese sentido, un buen retiro convierte la introspección –necesaria- en diálogo.

Descubrir en lo más hondo de nuestra alma a Dios y ver cómo se manifiesta discretamente en nuestra vida. Cómo de ahí brota un manantial de donde surgen esas fuerzas espirituales para acometer las arduas batallas que nos presenta el mundo allá afuera, ese mundo que nos espera, nos necesita y nos ofrece resistencia. Si muchos invierten tiempo y dinero en tener en forma el cuerpo, pocos, en cambio, invertimos tiempo y dinero en tener en forma el alma. Pero ya lo decía san Agustín –si mal no recuerdo-, “el alma arrastra el cuerpo, aunque el cuerpo esté destrozado”. Vale la pena invertir en el alma, pues progresivamente nuestro cuerpo se deteriora y va limitando, mientras, sin caer en ninguna especie de dualismo, el alma puede ir poco a poco madurando.

Las grandes obras no suelen fracasar por falta de medios, sino por falta de espíritu. Démosle un respiro a nuestro espíritu, demostrémosle que es importante para nosotros, para nuestras vidas; confiemos en que si está bien eso redundará en beneficio, personal, familiar y social, démonos la oportunidad de hacer un curso de retiro espiritual en silencio. Redescubriremos así la paz, la alegría y la sonrisa que están dentro de nosotros y que el mundo busca arrebatarnos.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de voxfides.com

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