Santo de la puerta de al lado. “Alegraos y regocijaos” (2)

1)   Para saber

En un mundo donde la tecnología avanza a gran velocidad, es común que los artefactos o sistemas se vayan renovando continuamente. Por ejemplo, en las computadoras o celulares, se nos ofrecen las últimas versiones siempre mejoradas: su mejor versión.

Pues con las personas debería suceder algo semejante: luchar por presentar siempre nuestra mejor versión, y susceptible de ser mejorada. A ello nos invita el Papa Francisco en su reciente exhortación apostólica: “Lo que interesa es que cada creyente discierna su propio camino y saque a la luz lo mejor de sí, aquello tan personal que Dios ha puesto en él” (n. 11).

2)   Para pensar

Había una vez, un hermoso jardín, con manzanos, naranjos, perales y bellísimos rosales, todos ellos eran felices y estaban satisfechos. Solo un árbol estaba profundamente triste, pues envidiaba a las manzanas, naranjas o rosas que los demás tenían. “Lo que te falta es concentración”, le decía el manzano. “Si lo intentas, podrías tener sabrosas manzanas.” Pero el rosal le decía: “No lo escuches, es más sencillo tener rosas ¿Ves que bellas son?”. Y cada uno lo invitaba a ser como él. El árbol desesperado intentaba todo, pero se sentía frustrado al no lograrlo.

Un día llegó al jardín el sabio búho, y al ver la desesperación del árbol exclamó: “No te preocupes, tu problema no es tan raro, ni tan grave, muchísimos seres lo tienen. La solución es no tratar de ser como los demás… Sé tú mismo, conócete, escucha tu voz interior”. Dicho esto, el búho voló.

“¿Ser yo mismo…? ¿Conocerme…?” Y cerrando los ojos el árbol, abrió su corazón, y pudo escuchar su voz interior: “Tú no darás manzanas porque no eres un manzano, ni florecerás porque no eres un rosal. Eres un roble, y tu destino es crecer majestuoso. Dar cobijo a las aves, sombra a los viajeros, belleza al paisaje… Es tu misión. ¡Cúmplela!”. El árbol se sintió fuerte, seguro, y se dispuso a cumplir su misión. Pronto llenó su espacio y fue admirado y respetado por todos. Y sólo entonces el jardín completo fue plenamente feliz.

Pensemos si envidiamos lo de los demás, olvidándonos de ser feliz con lo que somos y tenemos.

3)   Para vivir

La Iglesia al beatificar y canonizar a algunos, reconoce que lucharon hasta al final por dar su “mejor versión” agradándole al Señor. Pero no son los únicos santos, también están todos los que lucharon por hacer la voluntad de Dios, aunque no hayan sido reconocidos. El Papa nos revela: “Me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente: a los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo… Esa es muchas veces la santidad «de la puerta de al lado».”

Para ser santos no es necesario ser obispo, sacerdote o religiosa, dice el Papa, “todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día”, se sea casado, trabajador, abuelo o autoridad.

Saber que Dios pensó en cada uno y espera de nosotros que demos lo mejor “debería entusiasmar y alentar a cada uno para darlo todo, para crecer hacia ese proyecto único e irrepetible que Dios ha querido” (n. 13).

 

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