Libro controversial

Sarah, Benedicto y la unidad de la Iglesia

Recientemente ha habido una controversia mediática protagonizada por altas autoridades eclesiásticas del Vaticano, con motivo de la publicación del libro “Desde lo más profundo de nuestros corazones”, firmado originalmente por el papa emérito Benedicto XVI y el cardenal Robert Sarah –así apareció en la edición francesa el pasado 15 de enero– para después estar firmado sólo por el cardenal Sarah, contando con la colaboración, no la coautoría, de Benedicto XVI. La tensión del evento no se disimuló, más bien al contrario, pues parecía la punta del iceberg de dos concepciones diversas, cuando no antagónicas, de la Iglesia. Pondría en la palestra a “bergoglianos” y “ratzingerianos”, que mostrarían sus músculos y enseñarían los dientes.

La versión oficial final fue que se trató de un simple malentendido, salvando la buena fe del cardenal. En las siguientes ediciones aparecería firmado solamente por el cardenal, contando con la colaboración de Benedicto XVI. Parece un gesto prudencial del papa emérito, pues no quiere dar la impresión de hacer presión o de ejercer una especie de “magisterio paralelo” al de Francisco, que pudiera interpretarse como una especie de disidencia dentro de la Iglesia. Benedicto XVI sabe, como no podría ser de otra forma, que Jesucristo mismo, en el momento solemne de la Última Cena, oró expresamente al Padre pidiendo por la unidad de quienes, a lo largo de los siglos, creyeran en Él: “Padre, que todos sean uno, como Tú padre en Mí y Yo en Ti, para que el mundo crea”. La unidad de la Iglesia es un valor que se debe salvaguardar por encima incluso de cuestiones tan importantes como la que ha dado lugar a esta confusión: el celibato sacerdotal.

Efectivamente, el libro podría poner en una situación embarazosa a Francisco, que tiene pendiente sacar una Exhortación Apostólica Postsinodal con ocasión del Sínodo del Amazonía, donde una amplia mayoría de obispos sugirió al Pontífice la posibilidad de ordenar sacerdotes a diáconos permanentes indígenas casados del Amazonía. Es decir, hacer una excepción a la disciplina del celibato por razones pastorales, para no dejar si eucaristía por mucho tiempo a las comunidades amazónicas alejadas. Si el papa emérito da una opinión en un sentido contrario a la mente del papa reinante, de alguna forma lo condiciona y ejerce una fuerte presión sobre él, porque disentir abiertamente evidenciaría una división en el seno de la Iglesia, pudiéndose polarizar los bandos. La realidad, en cambio, es que no hay dos bandos en la Iglesia, hay un solo papa, que es quien goza de la asistencia del Espíritu Santo y quien es responsable del Magisterio Auténtico. La precisión de Benedicto XVI es entonces particularmente oportuna, para dejar manos libres a Francisco en esta cuestión, sin hacerle sombra o presión.

El affaire tiene lugar, además, a las puertas de celebrar el “Octavario por la Unidad de los Cristianos”, que cada año se celebra del 18 al 25 de enero, fiesta litúrgica de la Conversión de San Pablo, donde cristianos de diferentes confesiones nos reunimos para implorar de Dios el don de la unidad, a través de la oración, el trato mutuo y las obras de misericordia en común. En efecto, los cristianos de las diferentes denominaciones son conscientes de que el espectáculo de la división entre los seguidores de Cristo es contrario a la voluntad expresa de Jesús y un escándalo que dificulta la transmisión del Evangelio. Es preciso, si queremos ser fieles a las enseñanzas de Jesucristo y crecer exponencialmente en cuanto a la eficacia evangelizadora se refiere, dar pasos firmes y decididos, lentos quizá, en orden a conseguir de Dios esa unidad. Sería realmente lamentable que, en lugar de alcanzar la unidad entre diferentes confesiones cristianas, se produjera la fragmentación dentro de la confesión católica; sería como una ironía, una broma cruel.

Benedicto XVI, fiel a su decisión clara al momento de renunciar, ofrece así su opinión acerca de un tema tan delicado, como puede ser hacer una excepción a la disciplina del celibato, pero evitando lo más posible la impresión de representar un “magisterio paralelo”, una resistencia o una oposición al único magisterio de la Iglesia, el de Francisco. Al hacerlo manifiesta una exquisita prudencia, que no podemos sino alabar, máxime las condiciones de salud y limitación física que ahora padece. Podemos aprovechar la coyuntura litúrgica, el “Octavario por la Unidad de los Cristianos” para construir, con nuestra oración, actitudes y comentarios, la tan ansiada unidad, entre todos los que confiesan a Jesucristo como Dios, y en el seno de la Iglesia católica. Para alcanzar el don de la unidad a veces será preciso el sacrificio de nuestra opinión personal, ofreciendo el religioso obsequio de nuestro entendimiento, a lo que el Magisterio del papa establezca formalmente. Benedicto XVI es el primero en dar ejemplo en esta dirección.

 

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