Segundo “Vatileaks” de un Papa

El nombre wikileaks se volvió especialmente conocido en 2010 por razón de la filtración y publicación de documentos reservados relacionados con la seguridad y política internacional de los Estados Unidos. Cuando unos años más tarde, en 2012, el mayordomo del Papa Benedicto XVI filtró documentos a un pseudo periodista italiano, se acuñó el término “Vatileaks” para denominar esa fuga de documentos con intención lesiva.

Era la primera vez que sucedía un hecho del género. Los documentos terminaron engrosando un libro que aportó no pocas ganancias pecuniarias al autor. De hecho, el libro fue bestseller en ventas en Italia y no sólo. Tres años más tarde, con un Papa distinto, llega el segundo Vatileaks: una nueva filtración y publicación de documentos, pero sobre un ámbito muy específico (y morboso) del Vaticano: su economía.

Esta vez las publicaciones son dos y han sido previamente anunciadas y publicitadas con “bombo y platillo”. Los autores son Gianluigi Nuzzi (el mismo que en 2012 publicó los documentos robados del escritorio del hoy Papa Emérito Joseph Ratzinger) y Emiliano Fittipaldi.

En estas nuevas publicaciones los autores presentan documentos robados mediante hackeos a computadoras privadas de los responsables del sanamiento y transparencia de los organismos relacionados con las finanzas de la Santa Sede (especialmente de Libero Milone, revisor general de las cuentas del Vaticano, y otros de la Comisión referente al estudio y organización de las estructuras económico-administrativas de la Santa Sede instituida por el Papa Francisco para estudiar las mejoraras a la administración del Vaticano y disuelta tras el cumplimiento de sus objetivos). También se grabaron sin el consentimiento del Papa algunas conversaciones que éste tuvo, vía telefónica, para tratar precisamente estos temas.

Como presuntos culpables de la sustracción y divulgación de ese material reservado, hasta el momento hay dos personas investigadas por la policía del Vaticano: un sacerdote y una mujer que trabajaba muy estrechamente con él. El delito está penado por la ley del Estado de la Ciudad del Vaticano (Ley n. 9, artículo 10, del 13 de julio de 2013) en los siguientes términos:

Quien procure ilegalmente o revele noticias o documentos cuya divulgación está prohibida, será sancionado con prisión de seis meses a dos años, o con una multa de mil a cinco mil euros. Si esa conducta tiene como objeto documentos o noticias que conciernen los intereses fundamentales o las relaciones diplomáticas de la Santa Sede o del Estado, se aplica la pena de prisión de cuatro a ocho años. Si el delito mencionado en el párrafo anterior se ha cometido culposamente, se aplica la pena de prisión de seis meses a dos años.

Lógicamente, tratándose de la materia en cuestión (dinero) vinculada a la palabra “mágica” Vaticano, el asunto ha encontrado amplio eco en la prensa internacional. Más allá del morbo que el libro engendra está una realidad que no debería pasar desapercibida: los documentos publicados mostrarían de hecho que se está trabajando por mejorar cada vez más la administración de los bienes materiales de la Santa Sede, de acuerdo a estándares de transparencia internacionales.

Algo que también se debería advertir es que los dos libros tienen finalidades remunerativas: los “autores” venden los libros, no son regalados, y lo hacen a partir de material robado. En otras palabras: están lucrando con lo que no es suyo y presentan esta actividad criminal como investigación periodística. ¿A usted qué le parecería bien que le robaran sus correos electrónico o mensajes de Facebool o Whatsapp más íntimos y que luego fueran publicados y vendidos ya no sólo sin su autorización sino incluso lucrando con ellos y quedándose sin recibir nada a cambio?

 

@voxfides

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