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Semana Santa en cuarentena

¿Cómo vivir la Semana Santa encerrados? Pareciera un límite insuperable para aquellas personas con fe, que gustan de participar en los Oficios de Semana Santa. Este año no habrá procesiones, ni “visita a las 7 casas”, “ni el sermón de las 7 palabras”, ni “Vigilia Pascual”. Grave descalabro para la vivencia de la fe, ¿o no es así?

Pienso que sucede más bien lo contrario. Nos encontramos en una excelente situación para vivir intensamente la Semana Santa, en familia, sin salir de nuestras casas. ¿Por qué? Porque ahora quizá podemos comprender un poco mejor los sentimientos que tuvo Cristo en aquella ocasión. Nos resulta más sencilla la empatía, porque experimentamos sentimientos análogos a los de Jesús en aquellos sublimes y aciagos días. Así, entendemos mejor su angustia, tristeza y ansiedad en el Huerto de los Olivos, al experimentar nosotros también la incertidumbre cada día, así como el miedo ante un posible contagio o un irreparable descalabro económico. Ya no estamos solamente “participando” de una celebración, como quien presencia un espectáculo, sino que “experimentamos” lo que significa dicha celebración. La cercanía espiritual y afectiva con Jesús es más íntima, más profunda, o por lo menos puede serlo.

Es cierto que la celebración litúrgica vuelve a hacer presente, de un modo misterioso pero real, lo que Cristo vivió esos días, para salvarnos. Hace presente sacramentalmente el misterio de nuestra redención y es como si, por unos momentos y por milagro, nos asomáramos a través de una ventana en el tiempo y el pasado volviera a ser realmente presente. Esa realidad tan valiosa le quedará velada a la inmensa mayoría de los cristianos, que deberán contentarse quizá con seguirla a través de la computadora o la televisión. Pero también de eso podemos sacar fruto, pues así valoramos más la ceremonia religiosa, la redescubrimos de un nuevo modo, comprendiendo así, de una forma más viva, que la empobrecemos cuando la presenciamos exclusivamente como espectadores de un show.

La ausencia de la celebración puede producir, por contraste, un deseo de la misma, una nostalgia de la oración que, finalmente, es nostalgia y deseo de Dios. La vida espiritual no consiste muchas veces sino en fomentar ese deseo, esa ansia interior. La situación actual la fomenta. De todas formas, la Iglesia ha previsto, maternalmente, la forma de seguir la cadencia propia de la Semana Santa en casa. En efecto, ha publicado y está disponible en la red, un “Manual de Semana Santa para celebrarla en familia”, que incluye las lecturas, oraciones y peticiones de las ceremonias litúrgicas con las indicaciones adecuadas para adoptarlas al propio hogar. De esa forma, el espíritu y la enseñanza de la Semana Santa se hacen más propios, pues es la misma familia quien protagoniza la celebración. Ahora, más que nunca, la familia está llamada a ser “Iglesia doméstica”.

La pandemia y la consecuente cuarentena, nos colocan espiritualmente en una situación favorable para crecer interiormente, para cultivar nuestra espiritualidad. Esta disposición es absolutamente indispensable para sacar fruto de la liturgia, hasta el punto de que, sin ella, carecemos de las disposiciones adecuadas para aprovecharla. Por ello el encierro, la vivencia interior, el hacerla propia, familiar, al vivirla en el hogar, fomentan las disposiciones adecuadas para poder sacarle todo el jugo, una vez pasada la tormenta. Las celebraciones litúrgicas, cuando no van acompañadas de una vivencia interior, se vacían de contenido –para los fieles, no en sí mismas– tornándose poco menos que incomprensibles y postizas. La cuarentena nos ayudará a redescubrirlas y retomarlas con mayor provecho, cuando nuevamente podamos participar en ellas: habremos aprendido a seguir interiormente aquello de lo que exteriormente participamos; no habrá disonancia entre la oración pública de la Iglesia y la oración personal del cristiano.

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