Antropología teológica

Sexo y matrimonio

Estamos en clase de Antropología Teológica, viendo el tema de la sexualidad. A tal efecto, presentamos dos opciones claramente diferenciadas: la propia de la revolución sexual y la moral católica. En determinado momento Gloria, una alumna destacada pregunta, “¿qué pasa si en la relación matrimonial se tiene la relación sexual solamente por placer, no por amor?”. Su pregunta me agarra por sorpresa, de alguna forma rompe mi esquema, y me conduce a profundizar más en el tema, así como hacer acopio de la experiencia adquirida en el acompañamiento de las almas.

El esquema en sustancia es muy sencillo. Es como la alternativa que Morpheus plantea a Neo en Matrix. Hay dos pastillas, hay dos opciones: o moral sexual católica o revolución sexual sesentera. Uno tiene que elegir. ¿Qué caracteriza a cada una de ellas? En líneas generales, la diferencia es clara, neta, de raíz. Para la moral católica la sexualidad tiene un sentido objetivo, independiente de los deseos de la pareja. La pareja puede decidir si adopta o no ese sentido del sexo, pero no determinarlo. El sentido del sexo precede las decisiones de las parejas, y consiste en la totalidad. El acto sexual significa y realiza la entrega total de la persona. Toda la persona es también todo su tiempo, y todas sus capacidades, incluidas las potenciales paternidades o maternidades respectivas. La consecuencia necesaria de ese significado de totalidad propio del acto conyugal, es que su nicho natural es el matrimonio, abierto a la vida, y para toda la vida. Fuera de ese contexto sagrado, el acto sexual falsea su significación de totalidad, pues no acepta la fecundidad o la fidelidad a través del tiempo.

La otra pastilla, la de la revolución sexual, es también muy clara como opción. El sexo no tiene significado objetivo, sino que tendrá el significado que cada persona le quiera dar en cada ocasión que lo realice. Ni siquiera consiste en que cada persona tenga su propio significado, pues la persona no está condicionada por decisiones anteriores. De alguna forma, cada vez que lo realiza, le está dando un nuevo significado: a veces puede ser amor, otras solo satisfacer una pulsión sexual, otras explorar la creatividad, y la lista podría seguir. Pero, en cualquier caso, no significa algo objetivo, no significa la totalidad de la persona.

La condición sine qua non de la revolución sexual es la separación del fin unitivo respecto del procreativo en el acto conyugal. El embarazo es el único “mal” que hay que evitar a toda costa, a no ser que se busque expresamente, entonces pasa a ser un “bien”. Para ello, requiere de unos medios técnicos: el preservativo y la píldora, los cuales consuman la separación de ambos fines y abren camino a la forma de vivir la sexualidad propia de la revolución sexual.

Hasta ahí el desarrollo de mi clase. Pero entonces entra la pregunta de Gloria, la cual viene a cuestionar la solidez del esquema, por lo menos aparentemente. En realidad, no es así. Como todo esquema tiene sus limitaciones, y uno puede colocarse entre la fidelidad católica y el poliamor en diferentes partes del espectro resultante. No es una taxonomía rígida, sino una enunciación de principios generales. Ahora bien, tiene razón su pregunta: en el matrimonio se puede tener sexo sin amor; pero en ese caso, el sexo, en lugar de fortalecer el matrimonio, lo debilita. Es lícito buscar satisfacerme con mi esposa dentro del matrimonio, pero si sólo busco eso, hay algo mal de fondo, se ha inoculado el virus de la revolución sexual dentro de mi relación, de forma que se busca el sexo como fin exclusivo y no como medio para fortalecer la unión matrimonial.

Esta realidad, no es un imposible metafísico. Se puede dar, puede incluso ser frecuente, pero augura un mal presagio para la estabilidad y solidez del matrimonio. Se ha inoculado una mentalidad ajena al don desinteresado de sí, al don de la totalidad de uno mismo a la otra persona. En esos casos, el sexo, si bien se realiza igual que en las otras ocasiones, deja de significar la totalidad de las veces anteriores. En vez de ser expresión del amor-donación, pasa a ser manifestación del egoísmo-satisfacción. Es inevitable pensar en que se usa a la pareja, y al hacerlo, eso no puede sino ir en contra del auténtico amor. Gloria tenía razón.

 

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