Empezar por la familia

Testimoniar el Amor. Educar en la familia

1) Para saber 

Cuando Napoleón asumió el poder en Francia, fundó el Instituto Pedagógico para los hijos de los laureados con la Legión de Honor. Nombró como directora a Juana Luisa Enriqueta de Genest, a quien se le conoció como Madame Campan. Ella había sido profesora de las hijas del Rey Luis XV. En una ocasión Napoleón le dijo: “Los antiguos sistemas de educación no valen nada, ¿qué cree que es más necesario para educar a los niños franceses?”. Ella le contestó simplemente: “Madres”.

En su Carta a los Matrimonios el papa Francisco señala que la educación de los hijos no es fácil, pero si hay alguien indicado para hacerlo son los padres. Los hijos están siempre mirándolos con atención y buscan en ellos el testimonio de un amor fuerte y confiable: «¡Qué importante es que los jóvenes vean con sus propios ojos el amor de Cristo vivo y presente en el amor de los matrimonios, que testimonian con su vida concreta que el amor para siempre es posible!», afirmó el Papa.

2) Para pensar

Se cuenta que un niño de 7 años entró al cuarto donde trabajaba su papá y le dijo que quería ayudarlo. El papá estaba ocupado y le dijo que se fuera a jugar afuera. Pero el niño insistía. Al ver que era imposible sacarlo, tomó una revista donde había un mapa con el mundo y con una tijera recortó el mapa en varios pedazos. Con un rollo de cinta se lo entregó a su hijo diciéndole: “Como te gustan los rompecabezas, te voy a dar el mundo para que lo armes”. El padre calculó que no lo terminaría en todo el día. Pasó un tiempo y su hijo gritó: “Papá, ya lo hice todo”. El padre no lo creía, pero para su sorpresa el mapa estaba completo. ¿Cómo había sido capaz de unir el mundo? El padre le dijo: “Hijo, pero si tú no sabías cómo era el mundo, ¿cómo lo lograste?”.

Respondió su hijo: “Papá, no sabía, pero cuando sacaste el mapa para recortarlo, vi que del otro lado estaba una foto de un niño con sus papás… así que di vuelta los recortes y armé la familia… cuando conseguí arreglar la familia, había arreglado el mundo”.

La moraleja es clara: si queremos arreglar el mundo, hay que empezar por la familia.

3) Para vivir

El primer ámbito de la educación sigue siendo la familia, en los pequeños gestos que son más elocuentes que las palabras. Educar es ante todo acompañar los procesos de crecimiento, es estar presentes de muchas maneras, de tal modo que los hijos puedan contar con sus padres en todo momento y aprendan de ellos.

El amor y entrega entre los cónyuges es una lección valiosa, pues los hijos necesitan experimentar la confianza, la belleza de sus vidas, la certeza de no estar nunca solos, de saberse amados. En ese amor descubrirán el amor de Dios. Los hijos han de descubrirse como hijos de un Dios que los ama tierna e incondicionalmente. De esa manera tendrán la capacidad de confiar en Dios.

Por ello, la lucha personal no sólo repercute en uno mismo, sino en los demás, incluso trasciende a la sociedad. El papa anima a no dejar que la tristeza transforme los rostros, pues tanto el cónyuge como los hijos necesitan de la sonrisa que alienta. Así, la familia transmitirá los valores que conforman la humanidad.

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