1) Para saber
En cuestiones de moral, en ocasiones se desea saber el límite entre el bien y el mal; se pregunta hasta dónde uno puede llegar antes que cometer un mal. Pero la moral que nos trajo Cristo, además de darnos claridad al respecto, nos invita a mirar hacia lo alto, a la santidad. El papa Francisco recuerda que san Pablo respondía a los dicen que todo le es lícito que, sin embargo, no todo les era conveniente, ni todo edifica (cfr. 1 Cor 10,23).
Hay situaciones, que sin ser malas, no conviene hacerlas. Nuestro andar por la tierra ha de ser de amor a Dios y al prójimo, todo lo que impida crecer en él, no conviene. En una relación matrimonial, no se trata simplemente de no hacerse daño, sino de crecer el amor. Por ello se han de cuidar los detalles. Por ejemplo, en un día ordinario, el marido va en su carro y le ofrecen en la calle unas flores. Si no las compra, no pasa nada. Pero si las compra para regalarlas a su esposa, crece su amor y el de la esposa. De manera semejante sucede con nuestra relación con Dios. No solo debo evitar lo que le ofenda, sino he de obrar para agradarle y crecer en el amor. Por ejemplo, si por la calle veo un templo, puedo acompañar al Señor un momento diciéndole algo afectuoso, o puedo seguir de largo. De uno depende si crece en su amor. No se trata sólo de cumplir por “obligación” lo dispuesto, sino de procurar ir a más, porque el amor siempre aspira a dar más.
2) Para pensar
El arquitecto Mies Van Der Rohe (1886-1969) es considerado, junto con Le Corbusier y Gropius, uno de los mejores arquitectos del siglo XX. Era un hombre que amaba la claridad, el orden, la exactitud en la proporción, cuidando todos los detalles por pequeños que fueran. A lo largo de su vida solía repetir una enseñanza: “Dios está en los detalles”.
Cuando se deja de tener detalles con la persona amada, el amor se está debilitando, con el peligro de morir. Si se reduce la libertad a complacer sólo los propios gustos, entonces nos esclaviza. Y sólo el amor es capaz de liberarnos. Sólo cuando la libertad es guiada por el amor, es cuando nos hace libres a nosotros mismos y a los demás. Por eso la libertad crece con el amor. Pero, advierte el papa, no con el amor de telenovela, no con la pasión que busca simplemente lo que nos apetece, sino con el amor verdaderamente libre y liberador que vemos en Cristo.
3) Para vivir
San Pablo afirma que la libertad no es pretexto para vivir para el placer, según los gustos o los propios impulsos egoístas. Todo lo contrario, la libertad que Cristo nos ganó conduce a estar «al servicio los unos de los otros». Pues la verdadera libertad se expresa plenamente en la caridad, no busca el propio interés. Es la enseñanza del Evangelio: somos libres en el servir, nos encontramos plenamente en la medida en que nos donamos.
Somos verdaderamente libres cuando amamos y servimos gratuitamente a quienes nos rodean, de modo particular a los pobres, afirma el papa Francisco. El amor nos hace libres, nos lleva a elegir y obrar el bien, nos mueve a servir. La caridad sabe escuchar sin imponer, sabe querer sin forzar, edifica y no destruye, no explota a los demás para su propia conveniencia y les hace el bien sin buscar su propio beneficio.
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