¿No les ha pasado que a veces están en un festejo familiar donde hay mucha gente, y a la hora del brindis andan distraídos platicando con alguien, sirviéndose un platillo o sin poner atención por el ruido? Total, que se pierden las palabras de los papás o de los invitados especiales y resulta que se dijeron cosas importantes sobre los motivos de la celebración.
Pues resulta que hace un par de semanas vino a México el Cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado Vaticano, y con tanta cosa que pasa, las lluvias, la violencia, el trabajo, las vacaciones y vayan ustedes a saber cuántas cosas más, pues es muy probable que no hayamos puesto atención a lo que dijo este hermano en la fe, quien además de ser un obispo señalado con el rojo del cardenalato como signo de su disposición a derramar la sangre por amor a Cristo, también tiene la responsabilidad de representar al gobierno de la Santa Sede ante los gobernantes de todo el mundo.
Efectivamente, es uno de los dirigentes católicos más importantes del mundo, bueno, en realidad en términos políticos, el segundo más importante, solo por debajo del papa Francisco. Así que sería bueno poner atención a su mensaje. Él vino antes que nada a ordenar obispo a un mexicano de Yucatán a quien el papa nombró Nuncio apostólico en Papúa, Nueva Guinea, pero también fue a visitar a la morenita del Tepeyac y celebrar misa en la basílica, al otro día también platicó con el presidente y otras autoridades.
Su mensaje en la nunciatura al canciller se puede encontrar en la dirección de Facebook de la Conferencia del Episcopado mexicano, donde citó la homilía de la misa celebrada en la Basílica de Guadalupe describiendo la situación que sufre México: “La desigualdad social, la pobreza, la violencia del crimen organizado, la división por causas políticas, sociales y hasta religiosas. Un México que tiene necesidad de reconciliarse consigo mismo, de reencontrarse como hermanos, de perdonarse mutuamente, de unirse como sociedad superando la polarización.”
Después de leer la homilía y escuchar el mensaje del video, me di cuenta de la importancia de lo que ahí se dijo para todos los mexicanos. Y a pesar de que en unas cuantas líneas se describe con tanta claridad nuestra situación y el camino a seguir, es casi seguro que muy poca gente lo escuchamos y alcanzamos a reflexionar sobre el mismo.
Es un mensaje dirigido a creyentes y no creyentes, a autoridades religiosas y civiles, es un llamado a mejorar nuestra situación como nación. Y en especial es un llamado a todos los miembros de la Iglesia. Cuando se habla de la Iglesia, muchas veces se asume que se está hablando de sus autoridades: sacerdotes, obispos o cardenales, y pocas veces se asume que se está hablando del conjunto de todos los fieles laicos que, por cierto, somos mayoría.
Este llamado del distinguido e importante hermano católico que nos visitó desde Roma merece ser escuchado con atención para ponerlo en práctica, que no sean palabras que se lleva el viento: “Necesitamos que nuestra fe en Cristo resucitado, nos ayude a ser constructores de una mejor sociedad a partir de nuestras propias familias y desde el lugar que ocupamos en la vida pública”.
Que no nos vaya a pasar que por andar distraídos en la fiesta se nos pase lo importante. Aprovechemos que este año celebramos los doscientos años de nuestra independencia para trabajar por un México más solidario y en paz. No permitamos que la polarización nos atrape y nos lleve a mayor violencia y desunión, por el contrario, seamos creativos encontrando soluciones en la pluralidad a través del respeto mutuo. Que nuestra fe se convierta en testimonio de vida.
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