1) Para saber
El pasado 25 de marzo se celebró en la Iglesia Católica la solemnidad de la Anunciación del Señor, recordando cuando la Virgen María concibió, por obra del Espíritu Santo, y así el Hijo de Dios se hizo hombre. Además, en esa fecha se cumplieron 25 años en que san Juan Pablo II promulgó la encíclica El evangelio de la vida, Evangelium Vitae, sobre el valor y la inviolabilidad de toda vida humana.
Ambos acontecimientos motivaron al papa Francisco para compartir su reflexión sobre el valor de toda vida, posponiendo las dedicadas a las Bienaventuranzas. Suspendiendo la audiencia general pública para evitar conglomeraciones, en el contexto de la pandemia que estamos viviendo, el papa Francisco quiso recordarnos una enseñanza que es más actual nunca: Cada vida humana es única e irrepetible, tiene un valor inestimable, está llamada por Dios a disfrutar de la plenitud de vida en el Cielo. De aquí surge la necesidad de anunciarlo siempre, con la valentía de la palabra y el coraje de las acciones. Se trata de actuar a nivel cultural y educativo para transmitir a las generaciones futuras una actitud de solidaridad, de atención y acogida.
2) Para pensar
Se dice que el valor de un regalo se puede medir según tres parámetros: Uno es lo que vale en sí el regalo; si le costó mucho al donante, valdrá más. Segundo es la utilidad que aporta; proporciona más alegría cuando se trata de algo que necesitábamos mucho. Y tercero, es el motivo que impulsó a la persona a dar el regalo; si fue por amor se aprecia más que si fuera un simple formalismo.
Si aplicamos estas condiciones a la vida notamos: primero, que una vida vale muchísimo, es irremplazable. Segundo, que sin ella nada tendríamos ni seríamos, nos es útil para todo. Y tercero, que nos fue dada por el inmenso amor de Dios.
Así, pensemos si sabemos valorar cualquier vida. La nuestra, para agradecérsela a Dios. Y la de los demás para cuidarla y respetarla.
3) Para vivir
Un testimonio de manifestar ese aprecio por la vida nos lo dan muchas personas que se están entregando a servir a los enfermos, a los ancianos, a los que están solos y a los más indigentes. Ellos ponen en práctica el Evangelio de la vida, como María que, tras aceptar el anuncio del ángel, fue a ayudar a su prima Isabel que lo necesitaba. Son un ejemplo para vivir.
Lamentablemente los ataques contra la dignidad y la vida de las personas continúan. Incluso en nuestra época, que es la época de los derechos humanos universales, no siempre las legislaciones protegen la vida humana más débil y vulnerable. De ahí la urgencia a promover y defenderla. Aclara el papa Francisco que esa vida no es un concepto abstracto, sino que se trata de personas reales: un niño recién concebido, un pobre marginado, un enfermo solo y desanimado o en estado terminal, alguien que ha perdido el trabajo o no puede encontrarlo, un emigrante marginado. La vida se manifiesta en concreto, en las personas.
El papa pronunció con renovada convicción el llamamiento que hizo Juan Pablo II en su escrito: “¡Respeta, defiende, ama y sirve a la vida, a cada vida, a toda vida humana! ¡Sólo siguiendo este camino encontrarás justicia, desarrollo, libertad verdadera, paz y felicidad!”.
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