Senador por Oklahoma, Estados Unidos, James Lankford dio un emotivo discurso ante el pleno del Senado estadounidense, sorprendente por su lucidez, evidenciando el absurdo y el sinsentido al que la sociedad de EU ha llegado.
Resulta relevante la postura de dicha sociedad porque no sólo es modelo para el resto del mundo, dado el impacto que tiene Hollywood y su industria de la comunicación en el resto de los países, sino porque además, dedica fuertes sumas de dinero a imponerla e implantarla en el resto del globo.
Los esfuerzos que desde adentro de esa cultura se hacen para romper los anti-valores que difunde no dejan de ser encomiables.
Tres son los argumentos que desarrolla, y que merece la pena meditar, para tomar conciencia del absurdo e irracionalidad de la tiranía de lo “políticamente correcto”.
La sociedad aparece, nunca con mayor claridad, como un Leviatán hobbesiano, un monstruo inmaniobrable que literalmente devora seres humanos y ante el cual nos encontramos impotentes. La lamentación resulta, claramente, insuficiente; se precisa de participar en la sociedad, de forma que la sociedad civil recupere el protagonismo y las riendas de una civilización que, cada vez más, se vuelve hostil al hombre mismo, comenzado por perder respeto a la sacralidad de la vida humana.
Como primera idea, el senador Lankford narra cómo una reciente campaña se ha opuesto a la investigación con animales, argumentando que “no es ciencia, sino violencia”. Los activistas tenían como grito de batalla: “las vidas animales tienen sus derechos, y nosotros no hemos sino comenzado a pelear” (por defenderlos, se entiende). Narra cómo acababa de estar en una reunión con Obama donde se discutían los “derechos” de las Orcas y los caballos. La ironía es que nadie defendía a los niños abortados, que son cuidadosamente sacados del vientre de sus madres, para vender intactos sus órganos, y “aprovecharlos para la investigación” ¿En este caso “la ciencia no es violencia”? ¿Podremos decir nosotros también “que no hemos sino comenzado a pelear”?
La incongruencia es obvia: lucho por defender la vida animal, pero desprecio la vida humana. La falsedad y vacío de tal ecologismo es evidente, como recientemente ha recordado Francisco: “no puede ser real un sentimiento de íntima unión con los demás seres de la naturaleza, si al mismo tiempo en el corazón no hay ternura, compasión y preocupación por los seres humanos”.
El segundo argumento del senador desenmascara la falsedad de los argumentos abortistas. Para encubrir su asesinato, ellos dicen: “este bebé en realidad no es bebé, es un feto, son tejidos, no un bebé humano”. Es “sólo un tejido”, y “la madre determina qué debe suceder con su tejido”. Pero, curiosamente, pocos momentos después, los abortistas “toman ese tejido y lo venden porque son órganos humanos necesarios para la investigación”. Lo aborto como tejido, pero lo vendo como humano y para la investigación…
¿Es necesario evidenciar más claramente la falacia del sangriento negocio? Pasar de ser “sólo tejido” a ser humano fue sólo cosa de un momento, y como por arte de magia…, la magia del dinero…
Las pseudo-madres que abortan reciben el “consuelo” de que quizá su aborto servirá en el futuro para “salvar vidas”, gracias a la investigación a realizarse con las partes de su hijo.
El médico mostró cómo se aplasta la cabeza del feto para sacar intacto el resto del cuerpo, y cómo “tienen valor” (en el mercado, le faltó decir) el hígado, los músculos, pulmones… Lo dramático de la “cultura del aborto”, o “cultura de la muerte”, es precisamente eso: la depreciación de la vida, otorgar un valor económico a la vida humana, reducirla a objeto de intercambio comercial, como agudamente denuncia Francisco.
El escándalo de Planned Parenthood pone en evidencia cómo la difusión del aborto conduce automáticamente al desprecio de la vida; o mejor, a ponerle un precio económico. Si lo pensamos un poco, no es otra la lógica del narcotraficante, capaz de poner precio a las vidas humanas para obtener una ventaja económica.
Como tercer argumento, el senador invita a “comenzar de nuevo como nación”, pues en su Declaración dice que “cada persona ha sido dotada por el Creador, para la vida, la libertad y el propósito de la felicidad”. Invita a pensar como nación si realmente “seguimos creyendo en eso”.
Efectivamente, parece que Estados Unidos ya no cree en sus valores originarios, y se está “refundando”, amparado en anti-valores.
@voxfides
comentarios@yoinfluyo.com
p.marioa@gmail.com
* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com