Lo que espanta a Dios

Una Revolución de Ternura. ¿Qué le espanta a Dios?

1) Para saber

Uno de los grandes poetas alemanes del siglo XIX fue Enrique Heine, quien tradujo al alemán “Don Quijote de la Mancha”. Cuando estaba muriendo, su esposa que era profundamente religiosa estaba muy nerviosa, pues temía que Dios no perdonara a su marido. El poeta al darse cuenta de las dudas de su mujer, le dijo convencido: “No tienes por qué preocuparte mujer, ¿cómo no va a perdonarme Dios mis pecados? ¡Si es esa su profesión!”.

La misericordia de Dios es infinita y muy propio de Él. El papa Francisco ha mencionado que el nombre de Dios es misericordia. Siguiendo con su reflexión sobre san José, el papa señaló que un rasgo de su personalidad era la ternura propia de un padre, como escribe el profeta Oseas sobre Dios Padre: “Le enseñó a caminar, y lo tomaba en sus brazos: era para él como el padre que alza a un niño hasta sus mejillas, y se inclina hacia él para darle de comer” (cf. 11,3-4). Así debió ser la ternura de san José.

2) Para pensar

El poeta francés Paul Claudel muestra en una obra la misericordia que hay que tener para así esperarla de Dios.

Sucede Jacques, al visitar las tierras de su futuro suegro sorprende a un ladrón robando leña. Jacques, que es un hombre justo, desea que se castigue severamente al ladrón, habla de cortarle las orejas. Pero el padre de su amada Violaine se lo impide, e incluso decide regalarle más leña, y le aclara: “Seamos injustos en pequeñas cosas, para que Dios sea muy injusto conmigo”.

Dice el papa que hoy hace falta ternura, ¡una revolución de la ternura!, pues corremos el riesgo de permanecer presos en una justicia que se olvida de amar. La ternura es algo más grande que la lógica del mundo, es una forma inesperada de hacer justicia.

3) Para vivir

Jesús usaba con frecuencia la palabra “Padre” para hablar de Dios y de la ternura con que nos ama. El papa nos hace considerar que es hermoso pensar que el primero en transmitir a Jesús esta realidad fue san José, que lo amó con corazón de padre. En la parábola del Padre misericordioso, Jesús hace referencia a la paternidad de Dios que, sin detenerse en los errores de su hijo, lo acoge con ternura y con alegría, con una actitud desbordante y gratuita de amor y de perdón que supera toda lógica humana. Todos tenemos cuentas que dar a Dios, dice el Papa, pero al hacerlas es algo muy bonito, porque nosotros empezamos a hablar y Él nos abraza. ¡La ternura!

La ternura no es en primer lugar una cuestión sentimental, sino la experiencia de sentirse amados precisamente en nuestra miseria. El Señor no nos quita las debilidades, sino que nos ayuda a caminar con ellas, tomándonos de la mano. Esto es la ternura.

Así cómo las enfermeras y enfermeros tocan las heridas de los enfermos con ternura, así el Señor toca con ternura nuestras miserias. La Misericordia de Dios la encontramos especialmente en el sacramento de la Reconciliación. No podemos olvidar que Dios no se cansa de perdonar. Somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón. Dios no se asusta de nuestros pecados: es padre, es amor, es tierno. Si se asustara, sería de nuestra falta de fe en su amor. Preguntémonos si dejamos a Dios que nos ame con ternura para que, llenos de su amor, vivamos amando así a los demás.

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